Cuando el pitar del tren que llevaba pasajeros y mercancías a Asunción o a Encarnación surcaba temprano, por la mañana, y al caer la tardecita, los aires del paraje donde hoy se encuentra la ciudad de Ypacaraí, en los días en que aquel antiguo pueblo, por el nombre de la antigua estación del ferrocarril, era conocido como Tacuaral, tuvieron lugar muchos hechos cuya memoria aún se conserva entre sus pobladores. Estos hechos memorables, mezcla de realidad y fantasía, son la materia de las Crónicas de la Vieja Tacuaral.
Cuando el pitar del tren que llevaba pasajeros y mercancías a Asunción o a Encarnación surcaba temprano, por la mañana, y al caer la tardecita, los aires del paraje donde hoy se encuentra la ciudad de Ypacaraí, en los días en que aquel antiguo pueblo, por el nombre de la antigua estación del ferrocarril, era conocido como Tacuaral, tuvieron lugar muchos hechos cuya memoria aún se conserva entre sus pobladores. Estos hechos memorables son la materia de las Crónicas de la Vieja Tacuaral.
Cuando el pitar del tren que llevaba pasajeros y mercancías a Asunción o a Encarnación surcaba temprano, por la mañana, y al caer la tardecita, los aires del paraje donde hoy se encuentra la ciudad de Ypacaraí, en los días en que aquel antiguo pueblo, por el nombre de la antigua estación del ferrocarril, era conocido como Tacuaral, tuvieron lugar muchos hechos cuya memoria aún se conserva entre sus pobladores. Estos hechos memorables son la materia de las Crónicas de la vieja Tacuaral.
Ya entrado el siglo XXI, y a más de medio siglo de distancia de los comienzos del rock paraguayo, el siguiente artículo evoca aquella atmósfera en la que muchos, como escribe su autor, se contagiaron «de una sana locura difícil de curar, a pesar de los años, con nada, excepto el conformismo»
Hoy, domingo 9 de noviembre, es el centenario de uno de los más importantes escritores paraguayos en lengua guaraní. Aquí, la continuación de la semblanza, cuya primera parte publicamos el domingo pasado, de la vida y la obra del autor de «Minero Sapukái», de «Che Mbo’eharépe», de «Che jazmín», de «Ha Che Retã Paraguay», de «Ñande rekove» y de muchas más letras de otras tantas célebres canciones: Teodoro Salvador Mongelós, el «Poeta de los Humildes» (1914-2014).
Primera parte de una animada, vibrante y original semblanza de la vida y la obra de uno de los más importantes escritores paraguayos en lengua guaraní, el autor de «Minero Sapukái», de «Ha mboriahu», de «Ñande rekove» y de muchas más letras de otras tantas famosas canciones, muerto prematuramente y en el exilio pero recordado ya para siempre como el «Poeta de los Humildes»: Teodoro Salvador Mongelós (1914-2014), en este año de su centenario.
Setiembre de 1971 será recordado porque en el escenario del Club 24 de Mayo, entonces todavía abierto al cielo, se iniciaba puntualmente a las 21 y 15 la primera edición del Festival del Lago Ypacaraí, cuyo homenajeado fue el cantante y compositor Demetrio Ortiz. El hombre que en 1948, acorralado por la nostalgia, en un hotel de la provincia de Córdoba, Argentina, compuso Recuerdos de Ypacaraí, canción que nadie quería cantar al principio porque para los burócratas del arte sonaba como un bolero cursi y que después se convirtió en la música paraguaya más exitosa del mundo, con letra de la escritora argentina Zulema de Mirkin, que no vio el lago hasta 1990, doce años antes de morir. El hombre de Piribebuy estuvo en primera fila en el primer Festival, uno de tantos compatriotas con el humeante estigma del exilio en la frente.
En este año, el del 120 aniversario de su nacimiento (1894-2014), Juan Pastoriza recuerda al caminante, músico y poeta en jopara que supo conmover con la claridad y la ternura de sus canciones de amor, arrancar sonrisas admiradas con el encanto y la gracia de su ingenio popular, enardecer con la épica de sus historias guerreras y pintar la singular e inadvertida belleza del paisaje cotidiano: Emiliano R. Fernández, el gran «Emiliano R»
Al recibir la Orden Nacional al Mérito en el 2009, dijo: «Jamás pensé que recibiría esto. Yo soy chacariteño y lustrabotas. Lustrando botas llegué a la Banda de la Policía». Se inició con el jazz y la música culta, pero puso su pasión en la música popular. En su frase «Yo soy chacariteño y lustrabotas» no hay absurda modestia, sino franca dignidad. Tras una visita al maestro Alejandro Cubilla (nacido el martes 9 de julio de 1929 en el barrio de la Chacarita), Juan Pastoriza revela algunas historias evocadas por el músico en esta y mil otras tardes de amistad y tereré.
El compositor y violinista Lorenzo Álvarez Florentín nació en 1926 en San Cosme y Damián, Itapúa, y falleció en Asunción el pasado miércoles 9 de julio. Un viaje hecho con él en la década de 1990 por el autor Juan Pastoriza es relatado en esta hermosa crónica cuyo final transustancia los hechos reales en inquietante metáfora de otro viaje, del más largo de todos.