El Sábado Santo es un día de silencio, de espera, de meditación y reflexión. Ya desde una antigua tradición, la Iglesia permanece junto al sepulcro, en oración, expectante, renovando su confianza en Dios. La meditación gira en torno a la presencia de Jesús en el sepulcro y su descenso al lugar de los muertos. Cristo descendió al lugar de los muertos, allí donde desde Adán, todos los fieles del Señor esperan la redención.
Dentro de nuestra práctica religiosa popular, el sábado se suele dejar para sentir el silencio de María, quien acompañó a su Hijo en los momentos de dolor y de alegría. Sobre todo, solo pensar en el momento en que María recibe en sus brazos el cuerpo de su Hijo, nos estremece el alma. Jesús, quien es depositado en la tumba, se abandona en las manos de Dios en silencio.