Junto al sepulcro, a la espera del anuncio de la Resurrección

La ordenación litúrgica tiene una intención pedagógica. Es decir, no se reduce a la simple recordación de un acontecimiento sucedido en un momento de la historia, sino más bien, vuelve sobre los acontecimientos, los celebra y presenta como una experiencia para la persona de fe. En este sentido, el tiempo transcurrido entre la muerte y la resurrección de Jesús queda condensado en el Sábado Santo.

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El significado de este día se da enseñando que la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte; por ello, litúrgicamente no hay ceremonia prevista, incluso la mesa del altar queda sin mantel y no se celebra el sacrificio de la misa. La comunión puede darse, pero solo en forma de viático, es decir, a los enfermos en su lecho.

Lo que ocurrió en aquel momento con Jesús se desprende de los relatos del Evangelio que dan algunos datos siguiendo los sucesos después de su muerte y, también como significativos son algunas manifestaciones de Jesús en los últimos momentos antes de expirar.

Así, el Evangelio de San Juan en el relato de la pasión que hemos escuchado ayer Viernes Santo señala que junto a la cruz de Jesús estaba su madre y junto a ella el discípulo a quien amaba (cf. Jn 19,26). Este párrafo es el que se toma en consideración para reflexionar sobre una de las últimas palabras de Jesús. La última será justamente “todo está cumplido” (cf. Jn 19,30). Sin embargo, tomamos en consideración esta escena con su madre y con el discípulo para indicar que Jesús hasta en la cruz sigue dando enseñanzas sin descuidar ningún detalle. Es Dios hecho hombre que en todo su actuar nos va dando ejemplo. Signo de que el amor es más fuerte que la muerte y, por ello, aunque sufra la afrenta del dolor, no por ello queda aplastado por el peso del dolor. No es aniquilado, sino la muerte es aniquilada por el amor. Y, ese amor es el que indica lo que hay que hacer en adelante. Primero que todo, la madre del Salvador no queda huérfana porque se le muere el Hijo, sino el mismo Salvador le señala que “en adelante” será la madre de los salvados. El amor maternal es siempre fecundo y con Jesús se amplía aún más su maternidad: “Ahí tienes a tu hijo” y, luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. El texto dice al discípulo, por tanto, al seguidor, al que se encamina para seguir las enseñanzas de Jesús, al que sigue a Jesús como su Señor y su Dios. El discípulo es la Iglesia que recibe de Jesús aquella indicación. Y, el texto concluye “desde aquel momento el discípulo la recibe en su casa”. La Iglesia es un pueblo, representado por la madre y por el discípulo que se aman con el único amor del Padre, que el Hijo les entrega.

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