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María Santísima es ahora la madre de los discípulos, madre de los amigos de su amado Hijo Jesús. Es también quien acompaña al pueblo en sus luchas cotidianas, en su búsqueda de paz y esperanza. Para nosotros es ejemplo de paciencia, de perseverancia en la oración, de esperanza aun en el dolor. Vivir abrazados a Cristo Jesús nos transporta a encarnar estos valores y a potenciar la esperanza que no defrauda en el corazón de los que huyen de las sombras de muerte.
Oración
Señor, Padre de misericordia y fuente de consuelo, ayúdanos a escuchar tu voz en el silencio. Que podamos tener los ojos bien abiertos para auxiliar al hermano que sufre, a quien perdió la esperanza, al que se está dejando vencer. Que la fuerza de tu Hijo que bajó al lugar de los muertos nos levante y nos haga más auténticos en el camino de seguimiento. María, madre tierna, intercede por nosotros para que alcancemos un día las puertas del cielo. Amén.