SALAMANCA. Desde hace años, por no decir décadas, venimos repitiendo el mismo estribillo: nuestro sistema de educación solo sirve para crear analfabetos. No es una paradoja, es la realidad que ahora vienen a descubrir unos técnicos que han cobrado sus buenos dólares. Nosotros, tontos, lo estábamos haciendo gratis. Para ser precisos, lo que nuestro sistema educativo hace es crear “analfabetos funcionales”, que es mucho más grave y cruel pues el alumno sale del colegio sabiendo leer y escribir. El inconveniente está en que no entiende lo que lee ni lo que escribe. Para amplificar el problema –y también para esconderlo– nos vienen engañando con el último grito del progreso: “un alumno, una computadora”. Pero si no entienden lo que está escrito en una hoja de papel ¿creen que van entender ahora, por obra y arte de la magia cibernética, lo que está en una pantalla luminosa?
SALAMANCA. Perdida entre tantas noticias catastróficas, está allí como puesta para pasar desapercibida, siendo la única que podría darnos una pequeña esperanza de que las cosas se pueden hacer bien y, aunque diminutas, tienen su importancia. Me refiero al grupo “A Todo Pulmón” que, compuesto por jóvenes, acaba de regresar del Chaco después de realizar una expedición en busca de los árboles más grandes del Paraguay.
SALAMANCA.- El examen de ingreso a la universidad era uno de los temas que nos unía a todos los compañeros al llegar a los dos últimos cursos del bachillerato y se acercaba el momento de vencer ese obstáculo. En medio de tanta preocupación soñábamos que llegara el momento en que ya no hubiera dicha prueba y que pudiéramos acceder a la carrera que deseábamos seguir sin tener que pasar por aquellas horcas caudinas.
SALAMANCA. Por fin se acordaron de uno de los que yo llamo “héroes civiles“, en el momento de bautizar un sitio habilitado para la ciudadanía. La Fundación Texo decidió llamar a su salón auditorio “Carlos Saguier”, a quien yo le adicionaría el sobrenombre de “padre de la cinematografía” en nuestro país. Para la ceremonia del bautizo, se hizo lo mejor que se podía esperar: se proyectó su película “El pueblo”, un film experimental hecho en 1969. Entonces se exhibió muy pocas veces, y luego desapareció de la vista, pues no había caído bien en los círculos gubernamentales y en aquellos que trataban de manejar la cultura a su gusto y paladar; una cultura hecha a la medida de las ideas irracionales que quería imponernos la dictadura.
SALAMANCA. En tiempo de la dictadura de Stroessner la Municipalidad de Asunción tenía (y la sigue teniendo) una Dirección de Cultura y, a falta de un ministerio que se ocupase del tema, esta oficina funcionaba en su reemplazo. Como los nombramientos se hacían a dedo (y se siguen haciendo) fue puesta allí una directora apodada Pichina cuyos mayores méritos para el cargo eran ser profesora de acordeón a piano y, principalmente, amiga muy cercana, cercanísima, al dictador. Más que ser directora de cultura (también se la conocía como “Ña Curtú”) era el azote de la cultura. En una oportunidad las bailarinas del Ballet Clásico Municipal se fueron a pedirle que esa dirección les comprara las zapatillas de baile y ella, muy ofendida, respondió: “Encima que bailan y se divierten quieren que les compre para su zapatilla”. Evidentemente nunca vio los pies de una bailarina al fin de una temporada.
SALAMANCA. Mi intención era comenzar diciendo que “el conocimiento está muy desvalorizado en nuestro país”. Pero desvalorizar significa “quitar valor, consideración o prestigio a alguien o algo” (RAE). Podría significar entonces que el conocimiento, alguna vez, en algún momento de la historia, tuvo ese valor, esa consideración o prestigio; y, evidentemente, no ha sido así. Habría que buscar entonces otro término que defina con precisión el triste destino que ha corrido el conocimiento entre nosotros.