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“Por ejemplo, dijo en una entrevista con nuestro diario, hace poco en el Ministerio de Educación hicieron un examen a los niños del tercer grado, y en matemáticas se aplazó el 72%. Yo pensé que era un examen muy difícil, y averigüé, y apenas eran las cuatro operaciones fundamentales y su aplicación en problemas”. Agregó que en lectura comprensiva se aplazó el 70%. “Estos son los analfabetos funcionales, aquellos que aparentemente están alfabetizados, pero no son capaces de pensar”.
El trabajo de Arias Larroza alerta que esos 280.000 ciudadanos de 15 años o más, que no saben leer ni escribir, pueden estar en situaciones de discriminación, desarraigo, pobreza, además de exclusión social, por no tener la capacidad de poder leer un documento o mínimamente firmar, “y, por ende, no tendrá la capacidad de defender sus derechos”. En este grupo de población hay un 62,7% que está en edad activa, es decir que puede o debe trabajar para sustentarse. Son 175.000 personas que tropezarán con graves obstáculos en el momento de buscar un empleo.
Bendaña opinó sobre las causas de estos niveles de analfabetismo y dijo que la primera causa es la baja formación docente, ya que no se trabajó ni se trabaja debidamente en la preparación de los maestros. Recordó que el Banco Mundial donó cincuenta millones de dólares para formar a los docentes; pero en lugar de hacerlo se destinó ese dinero a la edificación de mil escuelas. “Se hicieron las escuelas –dijo–, pero se dejó la formación docente. Eso significa que perdimos entre 10 y 15 años y tenemos hoy una formación docente deficiente, a tal punto que en la época de la ministra Marta Lafuente el 70% de los propios maestros se aplazó en matemáticas y en lectura comprensiva”.
Esto no es nada más que parte de los datos ofrecidos por la investigación de Arias Larroza, y las conclusiones que se sacan son dramáticas, ya que no se ha hecho otra cosa que jugar con el futuro de cientos de miles de ciudadanos mientras el Ministerio de Educación y Ciencia se convierte en un reducto político por el cual pelean muchos aspirantes no pensando en lo que pueden hacer en favor de la educación, sino en los réditos que pueden sacar, ya que tienen un claro poder sobre miles de maestros, supervisores y otros funcionarios no solo en la capital, sino incluso en los pueblos más remotos e inaccesibles.
Lastimosamente, por el momento, y faltando pocos días, algo más de una semana, no hay gestos visibles de que la situación vaya a cambiar y aquellos jóvenes que en un momento alentaron la protesta por esta situación de abandono, no volvieron a hacer escuchar su voz. Y la necesitamos.