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De manera paralela, también era mi intención decir que el surgimiento de nuevos partidos políticos despertó en muchos una esperanza, ya que pondría en la escena política gente nueva, con nuevas ideas, gente fresca no contaminada con esas prácticas de falsedades y vilezas, de corrupción e hipocresía a que echaron mano y siguen echando mano los partidos tradicionales para justificar cualquier actitud, incluso las más bastardas, para poder aferrarse al poder. Lastimosamente, los nuevos partidos no han respondido, hasta la fecha, a lo que esperábamos de ellos.
Y ahora la síntesis: el diputado Sebastián Villarejo, de la bancada del Partido Patria Querida, acaba de plantearle al presidente de la Cámara de Diputados, Miguel Cuevas (ANR), que los exbecarios del Programa Nacional de Becas Carlos Antonio López (Becal), “asesoren, sin cobrar ningún tipo de retribución, en distintas áreas científico-tecnológicas de las comisiones asesoras, para la elaboración de dictámenes o borradores”. El señor diputado Villarejo tal vez piense que de esta manera el becario está retribuyendo al Estado parte de la beca que le otorgó para proseguir sus estudios en alguna universidad de prestigio.
Tenemos la idea de que la beca es una ayuda económica que se le da a un estudiante pobre que no puede pagarse sus estudios, cuando en cualquier otro país del mundo la beca es un premio que se otorga a un estudiante, rico o pobre, que sobresale por sus cualidades intelectuales. De este modo, se busca apoyar a los más brillantes, porque tener profesionales altamente cualificados es de interés de la Nación.
La propuesta del diputado Villarejo denota eso que quería decir al principio: el no reconocimiento y la falta de respeto hacia todo aquello que signifique conocimiento. ¿Cuál sería el argumento por el cual un joven que se entregó al estudio y sobresalió en su campo, tiene que trabajar gratis? Por el contrario, en honor a sus méritos intelectuales, tendría que ganar el doble de lo que gana ese batallón de “asesores” que pululan por las instituciones públicas, muchos de los cuales son veinteañeros que cursan los primeros años de alguna carrera. Asesores, como los de Yacyretá que se retiraron con indemnizaciones que está por encima de los cien millones de guaraníes. ¿Podremos saber algún día qué es lo que asesoraban?
No es tentadora la oferta de venir a trabajar gratis para el Estado que navega en un mar de corrupción que espantaría a cualquiera. Es comprensible, entonces, que nuestros “cerebros” busquen quedarse a trabajar en cualquier país donde se respete y se le dé valor al conocimiento. Anulada toda peligrosa competencia, se alegrarán muchos diputados y senadores como Portillo, Bogado, Oviedo Matto y muchos otros cuyo currículum no detallo para que no se me caiga la cara de vergüenza.