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¿No es acaso esperanzador que haya gente que se interne en el Chaco, donde la vida no es precisamente cómoda ni fácil, armados de cámaras fotográficas y cintas métricas para medir los árboles que consideren importantes, cuando lo que estamos acostumbrados a ver son hombres con motosierras decididos a llevar adelante la más deplorable de las deforestaciones? Y lo que es peor, amparados por una nefasta ley que el presidente Horacio Cartes se la hizo a medida, como si fuera un traje.
Por primera vez en el historial de este grupo, que viene organizando todos los años el concurso “Colosos de la Tierra“, los indígenas postularon sus propios árboles para poder dar con el espécimen más grande del país. Fueron propuestos, en total, 539 árboles y quedaron finalistas 22, de los cuales cinco son del Chaco. Allí fueron los técnicos forestales a tomar las medidas de rigor.
Guardamos la esperanza que proyectos de esta naturaleza logren, entre otras cosas, sensibilizar a la gente y que valore las especies nativas de nuestra flora. Fruto de la ignorancia es el que se puede ver, cotidianamente, en muchas calles de nuestra capital cuyas aceras fueron inundadas por árboles traídos del Brasil reñidos con nuestro paisaje y, para mayor de males, especies inadecuadas para zonas urbanas. Los famosos “chapeu da praia” (creo que se escribe así), los gomeros, esos árboles gigantescos cuyo nombre ignoro y que se parecen más a los árboles de los manglares de la Florida (Estados Unidos) no solo han destrozado las aceras sino además sus raíces han levantado parte del pavimento de la calzada. No sé cómo los propietarios de las casas vecinas no se preocupan ya que los cimientos de sus casas corren serio peligro.
Todo esto es fruto no solo de la ignorancia de una buena parte de la ciudadanía, sino también del desinterés, la ignorancia y el nulo entusiasmo de nuestras autoridades municipales que desde hace décadas sólo han demostrado que la ciudad no les interesa absolutamente nada. Hace unos días el intendente Mario Ferreiro reconoció en una entrevista periodística que no pudo cumplir con todo aquello que la gente esperaba de él. Como era de esperarse, la culpa no la tiene él sino la “poca disciplina tributaria”. En otras palabras, que la gente no paga puntualmente sus impuestos o directamente no lo hace. ¿Y quién tendrá deseos de pagar impuestos para ver que su dinero se destina a pagar a un ejército de funcionarios inútiles que llenan los pasillos de la Municipalidad no porque son imprescindibles sino por razones políticas? ¿Quién tendría deseos de pagar sus impuestos mientras vive en una ciudad caótica, sucia, con un tráfico imposible de ordenar, con una deficiente recolección de basuras y un transporte público propio de países de tercer y hasta de un cuarto mundo?
Ante tal panorama es para alegrarse de que por lo menos hay un puñado de gente que sin tener ningún interés económico, ha decidido dedicar sus esfuerzos a velar por la flora de nuestro país. Enhorabuena y que sigan creciendo.