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Aquel movimiento que sacudió Francia durante los meses de mayo y junio se recuerda como la protesta estudiantil más grande que haya tenido en toda su historia a la que se unieron luego movimientos obreros y sindicatos que se expresaron en huelgas de hasta nueve millones de personas.
Estudiantes politizados, opuestos a la sociedad de consumo, preocupados por un deterioro económico galopante, altos niveles de desocupación y un empobrecimiento a ojos vista de la calidad de enseñanza, resolvieron lanzarse a la calle para hacerse escuchar. No lograron ningún cambio en las estructuras de poder. Sí lograron introducir en la sociedad temas de los que, hasta entonces, casi nadie hablaba como la mujer (derechos, igualdad, independencia) y la ecología.
Los jóvenes, poco tenidos en cuenta, exigían mejor enseñanza, mayor inversión del Gobierno en la educación pública, y una lucha contra una serie de tabúes sociales sintetizados en lemas como “La imaginación al poder”, “Abran la imaginación tantas veces como la bragueta” y una incitación a la lucha: “Debajo de los adoquines está la playa”.
Aquel año de 1968 marcó la visualización de los jóvenes que estaban imponiendo no solo sus preocupaciones políticas sino incluso su cultura; en realidad, una contracultura con sus propios ídolos: los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Joan Baez. Venían influidos por movimientos como el “underground”, por los escritores “beatniks” y los hippies americanos. Y también sus propios líderes políticos que corrieron diferente suerte: el filósofo maoísta André Glucksman que terminó apoyando al gobierno derechista de Nicolás Sarkozy; el filósofo marxista Louis Althuser que años más tarde estranguló a su esposa o bien Daniel Cohn-Bendit que entonces tenía 23 años, llamado “el rojo”, no porque fuera comunista sino por el color de su pelo. Fue la figura más llamativa de los sucesos y hoy es eurodiputado por el Partido Verde (ecologista).
En 1968 nuestro periódico tenía solo nueve meses de existencia y había que andar con pies de plomo para poder afianzarse dentro del ambiente represivo de ese entonces. Se publicaban noticias no muy llamativas hasta que llegó la “noche de las barricadas” del 10 de mayo, el episodio más grave de las protestas. Se publicó al día siguiente una fotografía en primera plana de macetas con geranios florecidos en la escalinata de la Universidad de la Sorbona como una respuesta de los jóvenes a la violencia policial. Esa mañana llamó el propio ministro del Interior, Sabino Augusto “Gordito” Montanaro a pedir que nos midiésemos en esas publicaciones por temor a que el descontento se contagiara a los jóvenes paraguayos “que ahora los tenemos bien tranquilos”. El “contagio” no llegó a mayores, pero por lo menos experimentamos una tembladera.