«Como lector asiduo del Suplemento y de las publicaciones que firma la directora, me extrañó que quien en sus colaboraciones demuestra una cultura indudablemente proveniente del Viejo Continente se ocupara de un género musical popular y hasta “barriobajero” nacido en el Río de la Plata», comenta en este artículo el doctor Alejandro Encina Marín.
El cine recorre la fantasía y la memoria de muchas generaciones desde los comienzos del pasado siglo XX, y de sus escenarios, historias y anécdotas hay testimonios llenos de encanto y emoción que preservan, vivos en este, otros tiempos.
Desde las penosas jornadas de la Guerra de la Sed, y luego, al cabo de esta, desde los vibrantes días de la victoria, hasta el áspero callejón del olvido y de la soledad, y aun hasta el amargo pan del exilio, he aquí la dura historia de los otrora gloriosos Bombarderos de Charagua.
Más que un estado, un país es una comunidad de memoria, de hábitos, de historia, de ritos. Una manera de celebrar y sufrir, de vivir la fiesta y el luto, y también una voz, el sonido y el carácter de una lengua, sus contenidos peculiares, la presencia en la vida cotidiana de conceptos misteriosos emanados de esas fuentes que llamamos «el folclore» o «la cultura popular». El siguiente relato inédito expone, en forma de ficción, una curiosa creencia perteneciente al acervo de la tradición oral de Paraguay.
Tanto Günter Grass (1927-2015) como Eduardo Galeano (1940-2015) eran aficionados al fútbol y escribieron sobre fútbol. Ambos pertenecieron profundamente al siglo XX, cuya literatura tomó este deporte, entre otras expresiones de la cultura popular, como uno de sus temas, y cuya economía hizo de este deporte, entre muchas otras cosas, una industria. Vaya, como saludo póstumo a dos escritores cuya disimilitud refleja las contradicciones de una historia sin la cual estaríamos incompletos, este artículo del doctor Alejandro Encina Marín acerca del fútbol, la muerte y la memoria.