François-André Danican Philidor contribuyó al desarrollo del género de la ópera bufa en la corte de Versalles de Luis XVI, pues el excelente nivel de comprensión que tenía de la forma musical, un maestro en sentido pleno del término lo llevó a la creación de muchas obras que contribuyeron al género, Le Diable à quatre, ou La double métamorphose (1756), Blaise le savetier (1759), L’Huître et les plaideurs, ou Le tribunal de la chicane (1759), Le Qui pro quo, ou Le volage fixé (1760), Le Soldat magicien (1760), Le Jardinier et son seigneur, (1761), Le Maréchal ferrant (1761), Sancho Pança dans son isle (1762), Le Bûcheron, ou Les trois souhaits (1763), Les Fêtes de la paix (1763), Le Sorcier (1764), Tom Jones (1765), Le Tonnelier (1765), Ernelinde, princesse de Norvège (1767), Le Jardinier de Sidon (1768), L’Amant dégiusé, ou Le jardinier supposé (1769), La Rosière de Salency (1769), La Nouvelles École des femmes (1770), Le Bon Fils (1773), Zémire et Mélide (1773), Berthe (1775), Les Femmes vengées, ou Les feintes infidélités (1775), Protogène (1779, Persée (1780), Thémistocle (1785), L’Amitié au village (1785), La Belle Esclave, ou Valcour et Zéïla (1787), Le Mari comme il les faudrait tous, ou La nouvelle école des maris (de Senne) (1788) y Bélisaire (1796) son títulos que se integrarían a una lista más extensa que demuestran sobradamente su talento.
En el artículo del 16 de diciembre de 2012 del Suplemento Cultural, del diario ABC Color, titulado “No quedará un solo colorado pobre”, escrito por Fátima Villalba, se esgrimió una serie argumentativa que me gustaría examinar. La autora del artículo mencionado parte de los postulados explícitos de ser admiradora del “intelectual máximo de la cultura paraguaya y [...] pontífice combatiente más implacable contra la filosofía del liberalismo en el Paraguay”, Natalicio González. Este “monstruo sagrado“, quien —según la panegirista de turno— por ser “una de las catedrales del conocimiento más importantes de nuestro país” no debiera de recibir semejante trato “perverso“, acusando así de ello a la historiadora Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone.
Visto que las capacidades y competencias del área de matemática, que deberían ser concretas en los escolares del tercer y sexto grado de la Educación Escolar Básica del Paraguay, están muy por debajo de la media relativa en todos los dominios, y considerando que el ajedrez desarrolla la memoria visual, el poder combinatorio, la velocidad para calcular, el poder de concentración y el pensamiento lógico, debería fomentarse la práctica del juego, como actividad lúdica en función de apoyo pedagógico, a manera de equilibrar o estimular las asimetrías que produce el fracaso de la didáctica hoy día en uso en las aulas, como se ve reflejado en la evaluación del SERCE.
Agustín Pío Barrios Mangoré había grabado en los estudios caseros del señor Alfredo Massi en El Salvador, en mayo de 1944, una obra que envió a la Unión Panamericana, con sede en Washington, para su ejecución en la celebración del Día de las Américas, según cuenta don Cándido Morales. Grande fue la desilusión del genio paraguayo de la guitarra cuando, sorprendido, escucha su obra reinterpretada en un arreglo jazzístico, hecho que lo llevó hasta tal punto —según Morales— a caer en cama enfermo y desilusionado. La afirmación anterior merece ciertas matizaciones que, contextualizadas en torno a la estética de la música de Barrios Mangoré y la interpretación de ella por el propio maestro, cambiaría de tono la descripción idealizada del ilustrado discípulo salvadoreño; pero eso es harina de otro costal.
La familia de Agustín Pío Barrios Ferreyra estaba conformada al momento de nacer por seis miembros, sus padres don Doroteo Barrios Falcón y doña Martina Ferreyra de Barrios, y sus hermanos Rómulo Clodomiro, Héctor Leocadio, José Doroteo y Miguel Virgilio (luego nacerían Diodoro Román en 1889 y Francisco Martín en 1893). Don Doroteo Barrios, hijo de Manuel José Barrios y de doña Tomasa Falcón, nació —según se desprende del acta de su matrimonio con doña Martina Ferreyra depositada en la iglesia Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Bella Vista en Corrientes, República Argentina— en el año 1847 (del acta de bautismo de su hijo Rómulo Clodomiro depositada en la misma iglesia mencionada se deduce que nació en el año de 1843).