Día y medio, Barrios hoy

Agustín Pío Barrios Mangoré había grabado en los estudios caseros del señor Alfredo Massi en El Salvador, en mayo de 1944, una obra que envió a la Unión Panamericana, con sede en Washington, para su ejecución en la celebración del Día de las Américas, según cuenta don Cándido Morales. Grande fue la desilusión del genio paraguayo de la guitarra cuando, sorprendido, escucha su obra reinterpretada en un arreglo jazzístico, hecho que lo llevó hasta tal punto —según Morales— a caer en cama enfermo y desilusionado. La afirmación anterior merece ciertas matizaciones que, contextualizadas en torno a la estética de la música de Barrios Mangoré y la interpretación de ella por el propio maestro, cambiaría de tono la descripción idealizada del ilustrado discípulo salvadoreño; pero eso es harina de otro costal.

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Luz María Bobadilla y Berta Rojas son dos intérpretes paraguayas de la guitarra muy talentosas. Barrios Hoy, último cedé de la primera citada, y Día y Medio, también último material discográfico de la segunda junto al encumbrado saxofonista y clarinetista cubano Paquito D’Rivera, tienen puntos de convergencias muy sobresalientes y que hacen que la música del genio sanjuanino —a pesar de que por sí sola se apuntala en las más altas esferas de la composición— alcance las cotas más altas que la integran en nueva estética.

La música de calidad viene siempre de la mano de intérpretes con fina intuición desarrollada en la madurez de una práctica artesanal, pero cuando está adosada por intelectos sutiles de arregladores en mismo grado, su calidad se eleva exponencialmente, y esta última afirmación es lo que creo que define ambos discos: Luz María y Berta, intérpretes excelsas; Carlos Schvartzman y Mauricio Pinchi Cardozo Ocampo, arregladores entre los mejores (solo cito a estos músicos pues existen otros muy encumbrados que también participaron en ellos). La música de Agustín Barrios Mangoré alcanza en estos dos discos niveles soñados. Así, Madrigal, Las Abejas, Mazurca Apassionata, Maxixe, La Catedral, Preludio en Do Menor, Caazapá, Choro de Saudade y Danza paraguaya no tienen símiles.

En general se puede decir que la riqueza armónica muy original en todos los casos, las virtuosas melodías en contrapunto de las guitarristas y ni hablar del encumbrado músico cubano Paquito D’Rivera, junto a ello las muy oportunas y enriquecedoras variaciones rítmicas de las obras originales, presentan al oído un amasijo de colores impresionistas que dejan al espectador con la más placentera sensación llena de satisfacción inmediata.

Ambas guitarristas, Luz María y Berta, hacen gala de un sonido claro junto con un pulso rítmico equilibrado producto de un maduro manejo de la expresión, aspectos estos sobresalientes entre otros que hacen de la interpretación en ambas, propias y emergentes del exclusivo círculo de elite del arte guitarrístico.

Los maestros Carlos Schvartzman y Pinchi Cardozo Ocampo tienen lo suyo. La elección de una formación de música de cámara (me atrevo a decir en rémora de aquel gran disco de los años setenta con el grupo vocal Las Voces Nuevas, que tuvo también como colaborador al malogrado Oscar Cardozo Ocampo) a manera de concerto grosso bachiano —ejemplo de ello La Catedral— por el maestro Schvartzman para el desarrollo de los temas arreglados por él es muy apropiada, hecho demostrado con creces en el resultado obtenido. Si bien las obras de Agustín Barrios Mangoré son exclusivas para guitarra solista, el maestro Schvartzman, con la madurez musical que lo distingue, supo arropar las melodías mangorianas con el justo condimento, ejemplificadas estas en sutiles variaciones rítmicas de jazz como por ejemplo en Madrigal, colores armónicos propios de un cuarteto de arcos debussiano acompañado de una sección rítmica de trío jazzística típica (bajo acústico, batería y piano) como se puede escuchar en Mazurca Apassionata y contrapuntos que muy bien subrayan las ideas de las frases musicales propias del fino intelecto mangoriano, reinterpretadas en la óptica berkleyana del maestro. Pinchi Cardozo Ocampo supo llegar al nervio central del gen motívico en los temas, además supo direccionar al talento del inigualable Paquito D’Rivera en sus improvisaciones con partes escritas como por ejemplo en el Preludio en Do Menor que tienen el signo inequívoco, a pesar de los desarrollos y variaciones muy sesudas, de las frases vertebrales de las obras mangorianas. Estos arreglos, dignos de la línea del cool jazz o de la tercera corriente del género, que a momentos evocan armonías cuartales propias de Igor Stravinsky, Herbie Hancock o al Return to Forever de Chick Corea, ejemplo de lo comentado líneas anteriores es la composición Las Abejas. En las obras con aire nativo se evidencia con mayor claridad y fuerza la potencialidad expresiva —repensada en algunos casos desde motivos arreglísticos para el piano de su hermano Oscar Cardozo Ocampo muy bien adaptada para las posibilidades expresivas-técnicas de la guitarra (me refiero a Cholí de José Asunción Flores principalmente)— con la que se puede contar a la hora de construir un sólido edificio estructural con los más audaces elementos del nutrido y variado conjunto de posibilidades métricas musicales —afirmación que puede remontarse al citado disco de Las Voces Nuevas que en su momento fue una singularidad física-cultural, pues fue el primer experimento entre lo folklórico paraguayo y el jazz, y que hoy tiene estos frutos derivados como secuelas—, y solo para ejemplificar cito a Caazapá y Danza Paraguaya (el disco Día y Medio de Berta Rojas y Paquito D’Rivera incluye otras composiciones del imaginario folklorista paraguayo), esta última ya fue arreglada y grabada por el maestro Carlos Schvartzman en el paradigma fundador como lo fue aquel ya mítico disco de Las Voces Nuevas en visionario arreglo, y que también incluyó el tema de don Mauricio Cardozo Ocampo (padre) Galopera; las composiciones de proyección folklórica en estos discos adquieren un inusitado dinamismo e interés renovado desde el juego inteligente de estos elementos nuevos en ellas.

Enumerar los puntos sobresalientes en detalle no es el caso de estos comentarios, pero sí subrayar de que si el gran maestro Agustín Barrios Mangoré viviese hoy, siendo testigo de todo esto, creo que su refinada percepción intuitiva y madura estética, fruto del dominio total de los elementos de su arte y la serena reflexión de su obrar, no desaprobaría jamás la gala de inventiva creativa de estos excelentes músicos involucrados en ambas producciones fonográficas.

¡¡¡Día y Medio, Barrios Hoy, bienvenidos al universo sonoro!!!

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