El Estado liberal con gobierno republicano

En el artículo del 16 de diciembre de 2012 del Suplemento Cultural, del diario ABC Color, titulado “No quedará un solo colorado pobre”, escrito por Fátima Villalba, se esgrimió una serie argumentativa que me gustaría examinar. La autora del artículo mencionado parte de los postulados explícitos de ser admiradora del “intelectual máximo de la cultura paraguaya y [...] pontífice combatiente más implacable contra la filosofía del liberalismo en el Paraguay”, Natalicio González. Este “monstruo sagrado“, quien —según la panegirista de turno— por ser “una de las catedrales del conocimiento más importantes de nuestro país” no debiera de recibir semejante trato “perverso“, acusando así de ello a la historiadora Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone.

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En el contexto semántico configurado por el vocabulario político podemos encontrar una variada y muy rica forma de nominar hechos que hacen a su objeto de estudio: el poder, es decir, cómo conquistarlo, ejercerlo, conservarlo o perderlo. Cada “constructo” o concepto político configura una serie de relaciones que le determinan su significado propio. Las ideologías sociopolíticas comprenden una visión del mundo social en un amasijo de creencias sobre la naturaleza de la sociedad, y también del hombre y su lugar en ella. Además, abarcan creencias sobre el orden y el control político de la comunidad. Los regímenes políticos son las formas de organización de las instituciones políticas que configuran un sistema político. Así, un sistema monárquico puede compartir ciertas instituciones en común con una República, por ejemplo, pero jamás serán iguales y convergentes totalmente. Así, por ejemplo, la República romana nace en oposición a la monarquía; esta se ordenó en torno al Senado y al Consulado, instituciones en las cuales solo la aristocracia accedía. Si bien las Repúblicas modernas pueden estar constituidas por cámaras de representantes, los métodos de legitimación del poder están fundados en paradigmas muy distintos a los de la República romana.

Al término de la Guerra contra la Triple Alianza, en el Paraguay se da inicio a un estadio de fundación de una segunda República, que con la jura de una nueva Constitución inaugura su era liberal.

En 1887 nacen los partidos políticos propiamente, primero el Centro Democrático —luego denominado Partido Liberal— y la Asociación Nacional Republicana, conocida como Partido Colorado; ambas nucleaciones políticas de ideología liberal. El Partido Colorado en el poder, dirigido por su supremo líder, el Gral. Bernardino Caballero, que puede decirse viene ya antes de 1887, pone en práctica las doctrinas liberales de la ideología liberal decimonónica, fundamentada principalmente en las bases teóricas de un Estado “no intervencionista” y, a la vez, la observancia a rajatablas de la doctrina del laissez faire en el campo económico, ya que muy bien referencian todos sus actos de gobierno en este ámbito de la administración pública, pues están ajustadas a las prescripciones económicas ortodoxas de la ideología. Los primeros distanciamientos ideológicos con la decimonónica doctrina del liberalismo clásico se dan con la militancia de los primeros “radicales” dentro del Partido Liberal —que muy bien pueden remontarse al año 1891 con la revolución del 18 de octubre—. Estos introducen ideas de cortes “reformistas” y “progresistas” en la era que va de 1904 en adelante. Con ello se busca marcar la diferencia notoria en las ideas y en la acción del Partido Liberal, que una vez desplazados los militantes del área cívica o conservadora en sus esferas concomitantes dentro de ella en la revolución del año 1908, buscan marcar pautas de gobierno bien distintas, en especial contraste a las del Partido Colorado y a las del ala cívica del propio partido, que bien identificados se encontraban por esta etapa de su evolución tanto en el campo de las ideas y de la acción con el liberalismo de cuño clásico.

Puestas las bases teóricas, líneas atrás expuestas, no puede jamás afirmarse que el republicanismo colorado es superior al liberalismo del Partido Liberal paraguayo, por la sencilla razón de que la comparación en el plano lógico es imposible, pues se confunden y mal relacionan dos constructos que son incomparables: por un lado, el de “República”, que en la teoría política es una forma de organización institucional del sistema político, con el constructo de “liberalismo”, que es una forma ideológica sociopolítica; ambos conceptos se refieren a cosas bien diferentes. Además, la autora cae en un anacronismo total, pues debemos recordar que el Partido Colorado original, fundado por Bernardino Caballero, es bien liberal y de la clase de liberalismo ortodoxo, siendo así que la segunda República estaba bajo el amparo de las ideas liberales de ambos partidos políticos, que compartieron en común el régimen republicano.

“El decadente sistema liberal del señor Eligio Ayala” —quiero señalar a la autora— es reformista y así han accionado los liberales radicales en función de gobierno, en el periodo comprendido entre los años 1912 y 1936. El credo del radicalismo liberal reformula inteligentemente los límites de la intervención del Estado en materia social. Esto se vio reflejado en actos como el tratamiento de la cuestión agraria y el grave problema de la tierra en el país, con un proyecto de ley conocido como Ley de Homestead. También se dictó una ley de reforma educativa nacional; en el campo de la salud pública, el Estado puso bajo su jurisdicción, en la ley promulgada de asistencia pública, un grupo de instituciones que funcionaban bajo la caridad ciudadana. En el orden económico, se creó la Oficina de Cambios en 1916 con el objeto de regular la continua degradación del peso papel frente al patrón oro argentino. El Congreso Nacional, durante el gobierno del liberal Liberato Rojas, estableció una ley que sanciona que el voto será secreto y por escrito, depositado en urnas a partir de un Registro Permanente de electores. El Dr. Eligio Ayala saneó las finanzas y, por primera vez en la historia, existía un superávit en las arcas fiscales; este ejemplar gobernante con su visión liberal radical única, previendo el conflicto armado internacional, tomó los recaudos necesarios para la preparación de la defensa de la soberanía nacional; en este sentido, modernizó y profesionalizó el ejército, que saldría victorioso del Chaco, y fomentó una calidad diplomática como nunca se tuvo que pelearía palmo a palmo los derechos territoriales del Paraguay en contra de las pretensiones de la agresora Bolivia. El decadente sistema liberal libró el mando de la guerra al Dr. Eusebio Ayala, quien con su altura de gran estadista franqueó la guerra y sus gastos al contado, convirtiéndose en el presidente victorioso de aquella contienda épica. Entre muchos ejemplos que se pueden citar, este es el partido liberal decadente contra el cual Natalicio González, el “pontífice combatiente más implacable contra la filosofía del liberalismo en el Paraguay”, luchó con todas sus fuerzas.

El Estado liberal con gobierno republicano, en concepto de Eligio Ayala, se “definía como gobierno de opinión y, por ende, de discusión […] Gobierno (que) se ejerce por métodos persuasivos, en el respeto de las garantías constitucionales y en la estricta observancia de los principios liberales”. Como se puede percibir, el Dr. Eligio Ayala jamás afirmó que el republicanismo colorado fuese superior al liberalismo, muy por el contrario, la forma de gobierno republicana llega a cotas superiores en calidad cuando los principios liberales se entronizan en su núcleo. Puede que la autora no haya tenido en cuenta estos contextos y haya omitido consecuentemente que el Partido Colorado contemporáneo no es el Partido Colorado de Bernardino Caballero, pues esta institución murió liberal en la nueva creación estatutaria y fundacional hecha por Natalicio González (en el término de “guajakisio” González, se refería Augusto Roa Bastos al otrora dirigente colorado). El Partido Colorado fue rehecho “nacionalista” al modo de los fascistas y, desde ello, adoptaron el ideal de la República, pero al tenor de Franco, Hitler o Mussolini.

Por último, para cerrar, tiene razón la autora al señalar: “Nunca se había dado un golpe tan contundente a la filosofía liberal vigente en ese momento, pues desde el año 1947 —parafraseando a la autora— la teoría crítica de Natalicio González cobró desde entonces una vigencia superior”. No podría desde luego ser de otro modo, si bajo las botas y las bayonetas de unas Fuerzas Armadas coloradizadas toda pluralidad que insuflara de vida a la República liberal fue callada, dando paso a la República colorada. Una República en que el pensamiento sea unidimensional, ÚNICO, en que el correligionario —el soldado agricultor— se identifique en un único acto con el Gobierno y siendo así con el Estado, y así desde ello “no quedará un solo colorado pobre“; los demás, los otros que no forman parte del UNO, jamás importaron y jamás importarán.

Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py

(victoroxley@gmail.com)

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