Una breve pincelada histórica sobre la rentabilización de las emociones en la Modernidad, a propósito del inminente jueves, Día de San Valentín.
«El nacimiento del Purgatorio, enlace con la Modernidad en el seno de un mundo en buena parte aún feudal pero en el cual el dinero ya abre puertas, y no solo en la Tierra, revela a nuestro juicio cuán gruesos son los brochazos con los que se la suele separar de la Edad Media».
Animales, demonios, fabulosas criaturas aladas, grotescas quimeras retorcidas, grifos y pétreos monstruos mitológicos de toda laya, las gárgolas empezaron a aparecer en el siglo XII en las iglesias de orden gótico del Viejo Mundo. En nuestro continente tienen fama las raras variedades que pueblan la catedral neogótica de Quito. En ella las ha visto, y desde ella nos lo cuenta, el escritor Miguel Méndez.
De cómo Teófilo y el Nolano, tras un accidentado viaje por las calles de Londres, llegaron a casa de sir Fulke Greville para explicar sus ideas sobre el movimiento terrestre y trastornar al mundo.
El fundador de la «teoría mimética», bautizado como «el Darwin de las ciencias humanas» por el gascón Michel Serres, René Girard, nacido en Aviñón el día de Navidad de 1923, acaba de fallecer este miércoles, 4 de noviembre del 2015, a los noventa y un años de edad, en Stanford.
¿Creen en Dios los indígenas? No es la primera vez que en conversaciones, en paneles y en debates públicos surge esta pregunta. Por cierto, son cuestiones e interrogantes viejos, de por lo menos cinco siglos de antigüedad, desde el comienzo de la colonización. En aquellos tiempos se confeccionó el célebre cliché según el cual los pueblos indígenas no poseían ni ley, ni rey, ni Dios. Puesta esta premisa, se les vació de su dignidad de seres humanos, se les privó de sus derechos fundamentales, reduciéndolos a poco más que a los animales de la selva y utilizándolos como esclavos y burros de carga.