Raras veces se escriben en nuestro país novelas cuyo trasfondo dramático sea el arte. A partir de esta insólita situación en que una pintora se enfrenta a una situación límite, relacionada con el amor, la escritora ha desarrollado una historia peculiar, poco común en nuestra sociedad: la historia de una mujer, en silla de ruedas, paralítica, que apenas puede mover sus brazos para pintar hermosos paisajes.
Ya tenemos las semillas para el huerto hidropónico subterráneo: zapallos, lechugas y legumbres. Los alimentos enlatados y el filtro para agua ya están en sus lugares correspondientes. En cuanto a los balones de oxígeno, están preparados para cualquier emergencia, en especial para cuando tengamos que cerrar las tomas de aire en el momento en que sobrevenga la nube tóxica que habrá después de la explosión.
Lourdes Talavera escribe una novela en la que la frase del poeta persa medieval Omar Khayam, citado por Borges, se convierte en el núcleo de una historia que transcurre como un juego de ajedrez secreto. Si movemos, en esta vida, los peones humanos, manipulándolos para nuestros fines en la lucha por la sobrevivencia, descubrimos que alguien, en algún momento y lugar, tumba el tablero y devuelve las piezas al cajón de los trastos, es decir, a la nada.