4 de mayo de 2025
En el colegio la Geografía era de las asignaturas terroríficas. Reclamaba mucha memoria y ojo preciso para el globo terráqueo, mapa o planisferio. Lidiábamos con cadenas, mesetas, macizos, montañas y picos; océanos y mares, con sus golfos, bahías, radas, penínsulas, cabos, estrechos y archipiélagos; sin soslayar ríos y lagos, llanuras y sabanas, desiertos, tundras y taigas; cada uno con su nombre propio y ubicación.
Parte fundamental de la vida presente y pasada, de la geografía y del paisaje urbano de Asunción, los raudales surcan nuestra existencia y atraviesan la memoria de nuestros mayores con el caudal torrentoso de su historia, de sus discretos héroes, de sus anécdotas, de sus peligros y accidentes, de sus aventuras y placeres, y están ligados a nombres memorables y a recodos cuyo encanto y emoción siempre respetará el tiempo.