Cada persona es única e irrepetible, y como tal observa la realidad desde una perspectiva particular. Como cada individuo es un observador diferente de la realidad, es normal que sobre la misma realidad haya opiniones distintas. Es lógico y bueno que eso ocurra. La diversidad nos permite contrastar nuestras opiniones y posturas sobre las cosas, y nos ayuda a llegar a la verdad. Por eso es que nadie debe atribuirse el monopolio de la verdad. Cualquier atribución de la verdad conduce a la violencia, porque quien se cree dueño de la verdad siempre trata de imponerla.
Evidentemente los paraguayos tenemos algo de masoquistas. Nos enfervorizamos y retwitteamos; compartimos en Facebook, y publicamos en destaque por todos los medios posibles, las malísimas calificaciones con las que figuramos en algunos rankings elaborados por entidades internacionales, en los que descollamos entre los más corruptos del mundo, entre los menos competitivos, etc., etc. Y lo más curioso es que esas pésimas calificaciones que nos sorprenden y nos espantan, nos las pusimos nosotros mismos!
En el mundo existen países que importan agua; que no cuentan con una sola represa hidroeléctrica; que viven en medio de permanentes amenazas a su seguridad; que tienen territorios pequeños y desérticos; y sin embargo han alcanzado envidiables niveles de desarrollo. Ante esto es inevitable preguntarnos: ¿qué es lo que nos pasa a los paraguayos? ¿Cómo se explica que teniendo tantos recursos en abundancia, como energía limpia, agua dulce, tierra fértil, clima ideal, paz, población mayoritariamente joven, estabilidad política y económica, y posibilidades más que suficientes para aprovechar en beneficio de nuestro pueblo las fantásticas oportunidades que nos ofrece el mundo, sigamos en muchos aspectos anclados en el subdesarrollo?
Nuestra realidad podría ser infinitamente mejor si todo lo hiciéramos con enfoque de resultados, sobre la base de objetivos razonables, claros y precisos, en vez de gastar sin sentido los recursos que tanto cuestan recaudar. Entender esto es crucial en momentos en que nuevamente distintos sectores reclaman mayor presupuesto para salud; para educación; para seguridad, y para otros tantos fines; en muchos casos sin tener en cuenta que la cuestión no está en gastar más, sino en gastar mejor.
Al pie de una gran construcción se encontraban tres obreros trabajando. Los tres hacían la misma tarea: tallar piedras. Un hombre se acercó y a cada uno preguntó: ¿Qué haces? El primero le contestó: “Estoy tallando piedras”, y con su hosca mirada pareció agregar: ¿no lo ve? El segundo respondió: “Trabajo para ganarme la vida… es duro, ¿lo sabe usted?”. Finalmente se acercó al tercero y le preguntó: “¿Qué haces?”. El hombre levantó la cabeza y, con inocultable orgullo y una luz en la mirada le respondió: “Construyo una catedral”.
Dicen algunos que para sacar adelante a nuestro país, el principal problema que tenemos que superar es el de los corruptos que abundan en todas las esferas. Coincido en que ese es uno de los grandes retos, pero no el principal. El problema más importante que debemos resolver es el de los inútiles; el de esos seres que con su incapacidad y sus actitudes indiferentes, negativas, conformistas, derrotistas y deprimentes, son los responsables de que nos mantengamos en el fondo, en muchos aspectos del desarrollo municipal, departamental y nacional. Es más, estoy convencido de que los corruptos no existirían si no existieran los inútiles incapaces de descubrirlos, denunciarlos, investigarlos y sancionarlos como corresponde.
Esta llamativa expresión la leí en un cartel, al llegar al Campus de la Universidad Nacional de Cuyo, en la cautivante ciudad argentina de Mendoza. Inmediatamente pensé en su profundo significado y en la envidiable conciencia ciudadana de quien tuvo la idea de colocarla en un cartel. Cuando más tarde recorrí la ciudad, ordenada, con calles limpias y arboladas, envidiables parques y plazas, y me encontré en otros sitios con similares carteles, me di cuenta que aquellos mensajes no representaban actitudes aisladas ni limitadas al ambiente universitario, sino algo mucho más extendido: una verdadera conciencia ciudadana que envuelve a la Sociedad Mendocina en su conjunto.
Está más que demostrado que los paraguayos, cuando nos proponemos, somos capaces de alcanzar logros extraordinarios, en las disciplinas más variadas y en cualquier parte del mundo. Esos éxitos, si bien en algunos casos se debieron exclusivamente a la capacidad, el coraje y el esfuerzo individual de algunos compatriotas ejemplares, en otros no hubieran sido posibles si no fuera por la visión, la pasión y el liderazgo de otros compatriotas, igualmente ejemplares, que encabezaron esos procesos.
Paraguay tiene todas las condiciones necesarias para convertirse a mediano plazo en el principal destino turístico de entretenimiento de América Latina. Suena bien, ¿verdad? Pero estas cosas no ocurren por arte de magia. Tenemos que querer que ocurran, creer que ocurrirán, y hacer que ocurran. El primer paso consiste en reconocer y cambiar nuestra realidad.
El ministro de Defensa Nacional presentó un pedido de asignación de más de 600 millones de dólares para la modernización de las Fuerzas Armadas. Este planteamiento debería motivar un amplio debate político y ciudadano para analizar su justificación.