José Laterza Parodi (1915-1981). A 40 años de su partida. Una fría madrugada del 23 de junio de 1981, el corazón de este buen hombre dejó de latir. Con él se apagaron las llamaradas de su eterno compañero, el horno, que coció y le dio el color, que juntos pactaron tantas veces, desafiando al barro, al sonido y al tiempo. La madera también fue su amor y su eterno lenguaje.
Desde 1963 José Laterza Parodi se dedicó a la madera al tiempo que evolucionaba hacia formas cada vez más abstractas, nos dice este artículo que recuerda su vida y su obra, parte de ese momento de tensiones e innovaciones en el cual, a mediados del siglo XX, surgieron movimientos y personalidades que marcarían el desarrollo posterior de las artes visuales en Paraguay.
En 1925, cruzaba todavía las calles de Asunción, levita corta y bastón de puño de oro, viejo, alto y señorial, don Juan Silvano Godoy (o, si se prefiere, don Juan Silvano Godoi, o don Juansilvano Godoi); todos conocemos el retrato en que lo describe, más o menos así, Justo Pastor Benítez. Lo describe, de hecho, de un modo casi biotipológicamente ligado a los museos: «Arrinconado como un objeto de lujo o de museo, en su casa, mientras fluía el mundo contradictorio», y encuentra el espíritu o el destino de Juansilvano Godoi en las instituciones a las que su nombre ha quedado asociado para la Historia: «Era director de la biblioteca, el archivo y el museo, pero esas tres cosas se sintetizaban en él, porque Godoi era un libro abierto, un archivo viviente y un objeto de museo». Juansilvano Godoi abrió su colección al público un domingo como hoy, el 28 de marzo de 1909, y esa institución, cuyo aniversario de fundación celebramos ayer, el Museo Nacional de Bellas Artes, es el tema de esta nota de Amalia Ruiz Díaz.