Habemus Domum?

En 1925, cruzaba todavía las calles de Asunción, levita corta y bastón de puño de oro, viejo, alto y señorial, don Juan Silvano Godoy (o, si se prefiere, don Juan Silvano Godoi, o don Juansilvano Godoi); todos conocemos el retrato en que lo describe, más o menos así, Justo Pastor Benítez. Lo describe, de hecho, de un modo casi biotipológicamente ligado a los museos: «Arrinconado como un objeto de lujo o de museo, en su casa, mientras fluía el mundo contradictorio», y encuentra el espíritu o el destino de Juansilvano Godoi en las instituciones a las que su nombre ha quedado asociado para la Historia: «Era director de la biblioteca, el archivo y el museo, pero esas tres cosas se sintetizaban en él, porque Godoi era un libro abierto, un archivo viviente y un objeto de museo». Juansilvano Godoi abrió su colección al público un domingo como hoy, el 28 de marzo de 1909, y esa institución, cuyo aniversario de fundación celebramos ayer, el Museo Nacional de Bellas Artes, es el tema de esta nota de Amalia Ruiz Díaz.

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Don Juan Silvano Godoi (1850-1926) fue un intelectual, coleccionista y político paraguayo de gran sensibilidad artística que, aprovechando su exilio en la Argentina, se vinculó con el ambiente cultural bonaerense, lo que le permitió consolidar aún más su interés y entusiasmo por el mundo de las artes plásticas e iniciar la que sería su gran colección de obras de arte, que luego, a su regreso, fue trasladada al Paraguay.

Don Juan Silvano Godoi fue el primero en ocupar el cargo de director general de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Nación, cargo creado en 1902, durante el periodo de gobierno como presidente de la República del coronel Juan Antonio Escurra (1859-1919).

Los registros de la época indican que el día 28 de marzo de 1909 quedó inaugurado el Museo Godoi, cuya dirección don Juan Silvano ejerció hasta su muerte. Según palabras de Josefina Plá en su Historia y Catálogo del Museo de Bellas Artes:

«…en muchos documentos quedan rastros de su desvelo y preocupación por estas instituciones, de las cuales fue empeñoso procurador, y celoso vigilante de su integridad y de su prestigio».

Luego del fallecimiento de don Juan Silvano Godoi, se iniciaron gestiones para formalizar un traspaso del Museo Godoi a favor del Estado paraguayo, gestiones impulsadas por intelectuales y artistas de la época que buscaban preservar la colección allí atesorada y protegerla del peligro de eventuales despojos.

En este proceso intervino el Ateneo Paraguayo, que aportó su asesoramiento artístico. Uno de los miembros de la comisión designada para ello fue doña Josefina Plá.

Tras una evaluación general, en 1939 se oficializó la compra de la colección completa por parte del Estado paraguayo, con el nombre de Museo Nacional de Bellas Artes.

El acervo del Museo Nacional de Bellas Artes está integrado por pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, fotografías, grabados, sillones, collages, bases para esculturas, vitrinas, monedas y muchos otros objetos, tanto antiguos como modernos, que suman en total más de seiscientas piezas. La colección actualmente está conformada por obras de destacados artistas paraguayos y extranjeros, desde el siglo XVII hasta nuestros días.

El afán de don Juan Silvano Godoi fue siempre el de acrecentar permanentemente su colección, y con tal propósito transfirió parte de su patrimonio, para lo cual cedía o prendaba sus más preciados bienes personales, e incluso sus inmuebles. Luego de su muerte, ocurrida en 1926, el legado artístico de Juan Silvano Godoi continuó creciendo gracias a diversas donaciones, sin que exista hasta nuestros días una política gubernamental de inversión al respecto.

Han pasado por el museo varios directores ilustres desde entonces. Podemos mencionar entre ellos al intelectual español radicado en Paraguay (y yerno del propio don Juan Silvano Godoi, fundador del museo, como estamos viendo, con cuya hija, Leticia Godoi Rivarola, se casó) Viriato Díaz Pérez (Madrid, 1875 - Asunción, 1958), a la narradora, dramaturga, ensayista y periodista Concepción Leyes de Chaves (Caazapá, 1891 - Asunción, 1985), al periodista, historiador, político y ensayista Juan Emiliano O’Leary (Asunción, 1879 - Asunción, 1969), al profesor, escritor, crítico literario, ensayista y periodista argentino, también radicado en Paraguay, Raúl Amaral (Veinticinco de Mayo, provincia de Buenos Aires, 1918 - Asunción, 2006), al pintor, escultor y ceramista José Laterza Parodi (Asunción, 1915 - Asunción, 1981), al historiador, ensayista, político y diplomático Hipólito Sánchez Quell (Asunción, 1907 - Asunción, 1986), y, en tiempos más recientes, a diversos artistas e intelectuales contemporáneos, como Alejandra Peña, Ricardo Migliorisi, Hugo Bogado Barrios, Lotte Schulz y Carlos Colombino, por citar a algunos.

En la que fuera la residencia particular de don Juan Silvano Godoi, sita en la esquina de las calles Presidente Franco y Juan E. O’Leary de Asunción, funcionó el Museo Nacional de Bellas Artes desde su inauguración, el domingo 28 de marzo de 1909, hasta el año 1969, para trasladarse posteriormente al actual edificio del Archivo Nacional, que se encuentra en la esquina de las calles Mariscal Estigarribia e Iturbe de nuestra capital (edificio que fue sede del Museo Nacional de Bellas Artes hasta el año 2010). Desde el año 2011, una parte de la colección del museo se encuentra habilitada y abierta al público en el local situado en la calle Eligio Ayala 1345, entre Pa’i Pérez y Curupayty.

Nuestro Museo Nacional de Bellas Artes ha recorrido un largo camino. Amerita una casa propia.

En estos días, directivos de la Secretaría Nacional de Cultura compartían una alentadora imagen con el siguiente texto: «Reajustando el anteproyecto del Museo Nacional de Bellas Artes. Habemus domum?»

Finalmente, tomo, del libro de Josefina Plá Historia y Catálogo del Museo de Bellas Artes (Asunción, s. n., 1970; segunda edición, corregida y ampliada, Asunción, Casa América, 1975, p. 30), las palabras con las que su autora cerró magistralmente el primer catálogo del Museo Nacional de Bellas Artes:

«Un gran poeta, Walt Whitman, dijo de su obra: “Camaradas: quien mira este libro, mira a un hombre”.

«De idéntica manera, podríamos nosotros decir que quien mira este museo, mira a un hombre. Mira su vida entera, sus sueños de belleza, sus vigilias, la patética trayectoria de un existir que ansía vencer el olvido, luchando con la lenta ceniza del tiempo. Es la desnudez de un alma la que estamos viendo: la parábola de una vida que acepta consumirse, pero no consumarse; que busca en la apreciación y admiración de las generaciones su derecho sagrado a una continuidad. Recordemos que esta colección, que empezó silenciosamente, como presencia testimonial de una voluntad generosa, representa no solo un hecho material, sino un altísimo acto de desprendimiento, un acto moral supremo de ciudadanía y de idealismo. Conservar solo la obra de los próceres de la cultura no es bastante: hay que preservarla, acrecerla, enriquecerla, destacarla. El Museo de Bellas Artes reclama esa continuidad, esa preservación y ese acrecentamiento».

amalia@ruizdiaz.org

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