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En medio de la penumbra de estos días de invierno asunceno se cumplió un aniversario más de la partida –el martes 23 de junio de 1981– de uno de los primeros escultores paraguayos premiados a nivel internacional, José Laterza Parodi. En 1953, leemos en la edición del 14 de julio de 1982 del diario Abc Color, envió a la Bienal de San Pablo una escultura en lapacho («Vedija de humo») que fue lo único que la crítica brasileña respetó en la reseña de la representación paraguaya en ese evento internacional. Pero su vocación se destapó luego de su viaje a Estados Unidos en 1963. A partir de entonces, se dedicó casi exclusivamente a la madera. Al mismo tiempo, fue evolucionando desde lo figurativo hacia formas cada vez más sintéticas y abstractas. No se trata de una mera coincidencia; como ha señalado Ticio Escobar, a partir de cierto punto «la escultura de Laterza Parodi se mueve con mayor soltura y seguridad y alcanza sus consecuencias más significativas, libre de estilizaciones y de alusiones figurativas», y, por otra parte, «se vale de las características físicas de las diferentes especies locales de madera que utiliza (cedro, lapacho, palosanto, carandá, yvyraro, urunde’ymi, etc.): sus tonos oscuros, sus texturas, brillos y densidades, para acentuar aspectos plásticos diferentes» (1).
La descripción que Josefina Plá hace de don José merece ser citada: «La vida no le ahorró pesares ni preocupaciones a este hombre sencillo, cordial, generoso como pocos con su tiempo y su trabajo. Quizá hasta diría que su cuota fue mayor que la de muchos. Lisiado del Chaco, sobrellevó durante más de cuarenta años una enfermedad allí adquirida, verdadero martirio. Si algún día se escribe su biografía, serán muchos los que se pregunten cómo pudo esta humanidad, al parecer endeble, soportar su carga, trabajar tanto y ofrecer al mundo una no ficticia fisonomía alegre, bien humorada, optimista. Seguramente fue la fe. Parodi era un sincero creyente. Y me animaría a decir que un santo; porque realizó el milagro de no dejar tras de sí un solo enemigo» (2).
Pintor –su primera muestra, en el Centro Cultural Paraguayo Americano, fue de acuarelas, que estudió con el arquitecto Roger Ayala (1913-1987)–, ceramista –discípulo de Josefina Plá– y escultor, José Laterza Parodi viajó a España con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, formó el grupo Arte Nuevo en 1954, con Josefina Plá, Olga Blinder y Lilí del Mónico, obtuvo el segundo lugar en la categoría de terracota esmaltada del VI Salón de Arte de Río de Janeiro en 1952, recibió el Premio Arno en la Bienal de San Pablo de 1957, con Josefina Plá, y en 1966 el primer premio en el Salón Kennedy del Centro Cultural Paraguayo Americano, nos dejó en diversos espacios urbanos esculturas y murales –quién no ha visto alguno: en la Casa de la Independencia, el Ministerio de Defensa, el Instituto de Previsión Social (ese famoso mural realizado con Josefina Plá en 1958, que fue el primero hecho de mosaicos en Paraguay)– y falleció a fines de un lejano mes de junio en su Asunción natal. Pero los verdaderos artistas nunca mueren: renacen todos los días en cada obra gestada con su corazón, su cuerpo y su mente. Hoy, las palabras de José Luis Appleyard (1927-1998) lo siguen evocando en las páginas amarillentas de la edición de un domingo de setiembre de hace ya cuarenta años del diario Abc Color, con este poema, dedicado a él:
Yo he visto la madera (3)
Para José Laterza Parodi, en la medida en que ha llenado de arte mi tiempo.
Descansa la madera,
cumplido ya su ciclo vital,
porque te espera.
_
Espera de tus manos el alma oculta que está en ellas,
oculta por la dura sazón de su corteza.
_
Espera que desbastes
su obscura anatomía de venas imbricadas
Y que surja la forma,
la curva lujuriosa, el sexo insinuado
en la cópula extraña de tus líneas
que tienen sus raíces en fono telúrico del mito.
_
Espera que los rostros aindiados cobren vida
y que ojos profundos
miren la inmensidad hierática del tiempo.
_
Espera, Jose’i,
ser el arte que ha roto ya los moldes
de la primal artesanía
para ser la escultura,
el logro de unas manos henchidas de misterio
que guardan y reservan
en la febril labor de cada dedo
la lección aprendida de lejanos ancestros,
tus obscuros fantasmas que te dictan las normas
y que aguzan tu ingenio.
_
Yo he visto la madera,
la he visto descansando
en tu fecunda espera.
_
Yo he visto la madera.
Notas
(1) Ticio Escobar: Una interpretación de las artes visuales en el Paraguay, t. II, Asunción, Centro Cultural Paraguayo Americano, 1984.
(2) Josefina Plá, en: diario Abc Color, 20 de agosto de 1967.
(3) José Luis Appleyard: «Yo he visto la madera», en: Suplemento Dominical del diario Abc Color, domingo 11 de septiembre de 1977.