Había una vez un niño huérfano de padre, llamado Juanito. Él vivía con su madre en una cabaña del bosque. Como eran muy pobres, la mujer mandó a su hijo a la ciudad a vender lo único que tenían: una vaca. Por el camino, Juanito se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
Cuenta una historia que varios animales decidieron abrir una escuela en el bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serían impartidas durante el curso. El pájaro insistió en que la escuela tuviera un curso de vuelo; el pez, que la natación fuera también incluida en el currículo; la ardilla creía que la enseñanza de subir en perpendicular en los árboles era fundamental; el conejo quería, de todas formas, que la carrera fuera también incluida en el programa de disciplinas de la escuela.
En un juego cooperativo no existen ganadores, perdedores, excluidos ni eliminados, no hay equipos temporales o permanentes. El juego cooperativo es aquel en el cual el simple placer de jugar está puesto en avanzar dentro del logro de un objetivo de grupo, que será alcanzado gracias a la ayuda mutua.