Se dice, con razón, que los líderes políticos deben ejercer un poder didáctico sobre los demás, razón por la cual los dirigentes, mandatarios o candidatos a serlo, tienen la obligación, no solo de cuidar el lenguaje y sus actitudes públicas, sino también sus comportamientos privados. Lo que digan, lo que hagan o dejen de hacer en la vida pública y privada tendrá repercusión en la colectividad, esté o no de acuerdo con ellos. Los líderes políticos son actores de un teatro al que asiste una colectividad y al mismo tiempo son docentes de una clase llena de educandos. Vienen al caso estas consideraciones a raíz de la actuación extraviada del exsenador, exministro de Obras Públicas y excandidato presidencial colorado, Arnoldo Wiens. La explicación por medio de un teatro breve de lo que sucede con Horacio Cartes en su controversia con el Gobierno de Estados Unidos, y la necesidad que tienen los cartistas de encontrar una razón válida para que Santiago Peña continúe prendido de su saco, cada vez más embarrado, ubica al orador del acto de Ciudad del Este en un triste papel de simple chupamedias, que además de terminar ofendiendo la dignidad de las personas presentes en el acto, dejó pasar la oportunidad de actuar como un auténtico líder político para convertirse en otro vulgar político de cuarta.