El periodo de crecimiento económico que experimentó el país en la última década, con promedios anuales de crecimiento del producto interno bruto (PIB) del 4,5%, desnudó un conjunto de falencias y debilidades de infraestructuras e institucionales que se venían arrastrando desde hace décadas. En otras palabras, el crecimiento económico fue tan acelerado, intenso y en cierta forma inesperado, que hubiese podido tener un mayor impacto si las condiciones de infraestructura y de capital humano se hubiesen preparado mejor. El país no estaba adiestrado para el nivel de crecimiento económico, ni las infraestructuras, no solo las de comunicación sino también la logística, los equipamientos empresariales y, el factor no menos importante, los recursos humanos.