Era la mañana del lunes 28 de octubre último, en la Sala de Convenciones del Banco Central del Paraguay, en el marco de la IX Semana de la Energía de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade); la reunión prometía desplazarse por los habituales y casi tediosos cauces de la formalidad. De pronto, ABC, que estuvo en la cobertura del hecho, registró pico de tensión: el ministro de Industria y Comercio, Javier Giménez, denunció que los bancos multilaterales imponían restricciones para financiar obras del sector eléctrico.
El mundo pensó que recibiría los dividendos de la paz luego de la guerra fría, pero eso no ocurrió. Seguimos desperdiciando millones de dólares en armas y tecnologías de destrucción masiva y lo hacemos bajo el lema del “cuidado de la paz o la libertad”. Muchas guerras se hacen en nombre de las ideologías; pero las más sangrientas son las que se hacen en nombre de la religión, porque involucran a fanáticos. No hay nada nuevo bajo el sol.
Paraguay sigue hoy con los mismos problemas de hace varias décadas: un crecimiento económico moderado y poco sustentable que depende de factores externos, escasa industrialización, precariedad en el empleo, pobreza extrema y desigualdad y alta dependencia de la exportación de materias primas agrícolas y del comercio de reexportación. Todo esto explica que su crecimiento no sea sostenible.