Como cada 15 de diciembre, hoy es un día especial para los amantes del anime, manga y todo lo relacionado con la cultura japonesa.
La tarde del 15 de febrero de 1894, el anarquista francés Martial Bourdin salió de su habitación alquilada de Fitzroy Street, en Londres. Llevaba una bomba de fabricación casera y una gran cantidad de dinero. Hacía un día soleado, y se subió en un tranvía descubierto, tirado por caballos, en Westminster, que lo llevó hasta Greenwich, al otro lado del río.
Frederik Peeters (Ginebra, 1974), que ha tenido en suspenso a los amantes del cómic y de la ciencia ficción de todas partes del mundo con sucesivas entregas de esta saga en los últimos cuatro años, por fin ha publicado el cuarto y último volumen de su filosófica y trepidante serie Aama, Premio Point 2012, premiada en el Festival de Angulema 2013 y nominada a la mejor obra extranjera en el Salón del Cómic de Barcelona 2015. De este cóctel adictivo de arte visual y especulación cyberpunk nos habla un lector de cómics por vocación e investigador de sus mecanismos discursivos por profesión –doctor en Filología por la Universidad de Salamanca, su libro La arquitectura de las viñetas (Sevilla, Viaje a Bizancio Ediciones, 2009, 472 pp.) analiza el lenguaje de las narraciones gráficas–, Rubén Varillas, desde España.
Estudió arquitectura y diseño industrial. Luego descubrió su arma predilecta, el aerógrafo, e inventó la biomecánica para dar carne a lo inorgánico y texturas metálicas a la carne. Su universo helado y tecnológico fue a la vez un mundo arcaico de terrores ancestrales. El horror y el erotismo se mezclaron en el depósito de su aerógrafo para forjar los monstruos que habitan el porvenir.