A 25 años de distancia de la visita de Juan Pablo II al Paraguay, histórica e inolvidable por cierto, quedan recuerdos vividos de aquellas jornadas del 16, 17 y 18 de mayo de 1988. Como catarata de estampas, se suceden las azarosas jornadas de preparación de la visita, confirmada un año antes, cuando el papa estuvo en la Argentina y que, aunque tropezaron con enormes dificultades, concluyó exitosamente.
Esta nota la escribio, y la transcribo, mi sobrino politico, Juan Manuel López Ruiz cuando se enteró lo que le pasó a unos amigos amantes de las corridas pedestres, tras las explosiones de la maratón de Boston. Vale la pena leerlo, pues está escrita con el corazón. Dice así:
Esta parece ser la gran incógnita del equipo paraguayo que se prepara para enfrentar a Uruguay, el viernes que viene. Es que la pelota que rueda, salta, corre o vuela según el capricho, el talento o la brutalidad de quien la maneje, será la gran protagonista de este encuentro que para nosotros es como el aire que respiramos, si entendemos por aire, el campeonato mundial de Brasil, del año que viene. O sea: hay que ganar, porque otro resultado, nos ahogaría anticipadamente…
El problema esta instalado. Con razón o sin ella, el Poder Ejecutivo –léase Federico Franco- dispuso reducir el costo del pasaje en 200 guaraníes. Hoy día, con ese dinero, no se puede comprar más que un caramelito o tal vez un chicle. Y nada más. Entonces uno se pregunta ¿tanto lío por 200’í? Eso mismo le escuche decir a más de un pasajero, el controvertido día en que el gobierno decretó el descuento, y el verborrágico gerente (o presidente, no se muy bien) de la CETRAPAN dijo que no. El debate quedó instalado.
De los récords se alimenta la prensa internacional, con los récords se escribe también la historia, y los récords ayudan a recordar hechos inolvidables, que por su magnitud parecen inalcanzables. Y muchos de esos récords involucran a futbolistas paraguayos, a pesar de la escasa promoción que tienen incluso en este tiempo de megacomunicaciones, pero que nosotros querríamos volver a ponerlos en la consideración popular.
Esta es una historia que quiero contar a las nuevas generaciones, para que sepan que hubo un tiempo, en el que el básquetbol paraguayo no solo se codeaba con los mejores del continente –y del mundo– sino que llegó a estar varias veces en lo más alto del podio sudamericano, especialmente. Una historia que, por cierto, ubica a este deporte como el primero que conquistó para nuestro país una corona sudamericana de selecciones, cuando el básquetbol era joven y apenas llevaba unos pocos años de práctica en el país.
No debe haber muchos Miércoles Santos inolvidables en la historia de los paraguayos. Tal vez algunos individualmente los tengan, pero uno en especial que se ha vuelto perenne para todo el pueblo, especialmente el deportivo, es el de 1953. Porque fue un Miércoles Santo de ese año del Señor que la gloriosa Albirroja, que ya había conquistado dos vicecampeonatos sudamericanos, en 1947 y 1949, tocó el cielo con las manos y desde lo más alto del firmamento sudamericano arrancó su estrella más brillante.
Para entender mejor el proceso que se cumplió en las eliminatorias realizadas en 1973 con miras al mundial de Alemania, el año siguiente, hay que señalar que como pocas veces la selección paraguaya llevó a cabo un operativo que incluía un largo periodo de trabajo y numerosos partidos amistosos. Los trabajos comenzaron a llevarse a cabo en marzo de 1973 en tanto que los juegos estaban fijados para setiembre y octubre.
Jugar en las canchas de La Paz, donde las nubes se confunden con el cielo y las altas cumbres heladas rodean con majestuosa belleza los escenarios deportivos, siempre ha sido difícil. Y a veces, muy difícil, complicado. Hasta tal punto que aliado con la altura, el gran equipo boliviano de Xabier Askargorta ganó la clasificación para el mundial de Estados Unidos, en 1994, por única vez en su historia. Por tanto, jugar en La Paz ha sido para cualquier equipo, una tarea difícil, complicada. Allí cayeron los seleccionados más pintados de la historia y aunque Bolivia muy pocas veces pudo respaldar en el llano o en otras canchas las ventajas de jugar en la altura, fue considerado siempre un rival difícil de vencer en su propio territorio. La única vez que ganó la Copa América, en 1963, viajando de Cochabamba a La Paz dejaron atrás a sus rivales se consagraron campeón, con Paraguay como escolta, superando ambos a Brasil y Argentina.