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Ese fue el motivo para un encuentro de gratas recordaciones, del que los pocos sobrevivientes de aquel campeonato en Lima me invitaron a participar para que, al amparo de una siesta cordial y de cálidas rememoraciones, volvieran a revivir, paso a paso, los aspectos más significativos de aquella conquista, incluyendo la poco grata despedida que le brindara la prensa de su tiempo: “Allá van los gitanos”, dijeron en La Tribuna, augurando solo desgracias a quienes durante tres meses se habían preparado sacrificada e infatigablemente para la hazaña.
Y nunca mejor dicho eso de “sacrificadamente”, pues si comparamos la concentración de los muchachos de Lima con las que hoy hacen hasta los equipos más “pysã” del fútbol mundial, no lo creería nadie. Y sin embargo, es verdad. Se concentraron (es un decir) en los vestuarios del antiguo estadio de Sajonia durante tres meses. Ellos mismos se fueron a buscar del Comando de Ingeniería las camas cuarteleras donde dormían.
Eran 22, y tenían el baño local para las necesidades fisiológicas y el visitante para el aseo. Comían en un bar de la avenida Carlos Antonio López y entrenaban un día en preparación física y otro, durante reñidos partidos, ensayaban las tácticas que pergeñaba “Lekaja” (Viejo) -que así le llamaban a Fleitas Solich, cuyos restos desean repatriar, pero se tropieza con que no se sabe en qué lugar de Río de Janeiro (donde murió el 24 de marzo de 1984) ha sido enterrado-.
Hoy viven todavía el capitán, Rubén Fernández, guaireño, que reside en Buenos Aires desde 1954; el vicecapitán, Luis Lacasa, asunceno, (ambos ausentes); el golero (sanantoniano), Adolfo Riquelme; el defensor, Robustiano Maciel, misionero; el goleador, gua’i, Atilio López; y el “wing derecho”, asunceno, Ángel Antonio Berni, quienes desgranaron recuerdos y reflotaron anécdotas.
Así supimos que Paraguay le ganó tres partidos de seguido a Brasil después del mundial de 1950. Uno por 5-2 en Río de Janeiro, en 1952, base de la selección que fue a Lima donde se concretaron los otros dos triunfos: 2-1 el primero, y 3-2 el segundo; este último, la noche del 1º de abril, Miércoles Santo de 1953. Comentamos también que el partido de esa noche fue el último en el que la selección de Brasil utilizó la camiseta blanca oficial del equipo. Las derrotas del mundial y del sudamericano despertaron viejas fantasías, y los “chamanes” dijeron que era de mala suerte. Por votación popular se eligió la actual, con la que debutaron, precisamente frente a Paraguay, en las eliminatorias de 1954.
Evocaron a sus compañeros que ya no están. Las bromas con las que “torturaban” cariñosamente a los mas jóvenes: Romerito y Olmedo, la seriedad de Herrera, la gracia campechana de Mílner Ayala, la figura inconmensurable de Leguizamón, la calidad de Gavilán, los cigarrillos de Hermosilla, el humor cambiante del DT, la simpatía del tesorero Gerardo Pérez, y la personalidad impresionante del presidente, Alfonso Capurro, entre otras cosas.
Hoy siguen reclamando no poder entrar al “Defensores” con el carné que acredita el título ganado, y a sus años se ven obligados a innecesarios trámites burocráticos por una entrada. “Y pensar que nosotros ganamos la plata para construir este estadio”, dicen humildemente, y desean que se le devuelvan el nombre de “Campeones de Lima” a todo el sector oeste del estadio, tal como fue al principio.
Fueron 22 titanes y un solo corazón. Cantaban Patria Querida antes de entrar a la cancha, se mantuvieron unidos hasta en los peores momentos como cuando se creyó que Fleitas Solich ya no volvería; pero con un tremendo amor a la camiseta, estos talentosos mozalbetes del ´53 asombraron a propios y extraños ganando un campeonato maravilloso contra todos los pronósticos. Y aquellos que los despidieron como “gitanos” tuvieron que rendirse ante la evidencia y saludar en primera plana la gloria conquistada en aquel inolvidable Miércoles Santo...