Más vale tarde que nunca. Hay muchos hechos negativos que suceden con frecuencia en nuestro entorno sin que nadie les dé importancia a su nefasta presencia. Los motivos pueden ser muchos, pero lo triste y lamentable del caso es que este fenómeno pasará, pero luego volverá con mayor fuerza e ímpetu.
Ocasionalmente, durante la creciente de los años 1982 y 1983, mi finada madre, Ana, estaba radicada nuevamente después de mucho tiempo en Puerto Antequera. En aquel entonces ella recordaba que las crecientes de los años 1930 y 1931 fueron más voluminosas e ilustró algunas historias.
A mi entender, este tipo de creciente sigue siendo la solución para amortiguar o reducir muchos otros problemas que actualmente aquejan al medio ambiente, especialmente en mi área de influencia. El hecho de que de vez en cuando aparezca un gran volumen de agua que venga a clarificar un extenso territorio de humedales que prácticamente se estaban secando y de paso contaminando su entorno, es todo un regalo divino que nosotros los seres humanos no somos capaces de crear ni realizar.
Desde el pasado 15 de abril, cuando el río Paraguay, frente a puerto Antequera, lugar de referencia, estaba en bajante, en tan solo 30 días las aguas subieron tres metros. El pronóstico es que este repunte puede llegar a los 4 metros, si es que en ese ínterin no se produce una lluvia copiosa como en Concepción, donde en dos horas cayeron 300 milímetros de agua.