Los amantes del arte y la lectura tienen una cita esta tarde en Punto Divertido (Souza 5149 casi Charles De Gaulle) con los libros artesanales del sello Yiyi Jambo.
Conversamos con los escritores Adalberto Müller y Douglas Diegues sobre Wilson Bueno y la edición conmemorativa de Mar Paraguayo que la mítica editorial Iluminuras acaba de publicar por el trigésimo aniversario de esta novela, verdadero regalo de Navidad para los amantes de la literatura.
¿Es la escritura de Roa Bastos en general, y en especial en Yo el Supremo, como se sostiene habitualmente, una reflexión sobre el lenguaje, o más bien una huida del lenguaje? ¿Huida del lenguaje paraguayo como realidad viviente? ¿Huida del confinamiento que esa marca idioléctica podría suponer? ¿Huida propia solo de Roa, o también de otros escritores (o representativa incluso de los prejuicios de amplios sectores de la cultura paraguaya)?
La primera editorial cartonera surgió en el barrio porteño de Almagro. En esos días, la crisis había llevado a muchos argentinos a sobrevivir recogiendo cartón para venderlo a empresas recicladoras. El desempleo había llenado las calles de ejércitos de recolectores que de noche y de madrugada recorrían las calles buscando en la basura algo que se pudiera vender. Las editoriales cartoneras fabrican libros artesanales con el cartón que les compran a estos recolectores. Al hacer libros con él, reivindican también el trabajo manual y la expresión individual frente a los criterios comerciales de la gran industria editorial. Desde el 2008, aproximadamente, el fenómeno empezó a extenderse y existen hoy editoriales cartoneras en Suramérica, Estados Unidos y Europa.
Un caso radical de invención de una neolengua poética es la mezcla de portugués, español y guaraní, contaminada con aportes del inglés y otros idiomas, llamada «portunhol selvagem». En ella escribe el poeta de Ninguna Parte Douglas Diegues.
Directo desde el frente de batalla, un reportaje de guerra al temible Poeta de Ninguna Parte, Douglas Diegues (Río de Janeiro, 1965), en medio de la noche sin fronteras del «portuñol salvaje».