Con el término «metapolítica» quiero referirme al subconsciente de la política, o, mejor dicho, a su análisis. A la búsqueda, a la investigación detectivesca del fundamento invisible bajo la epidermis de los hechos que llamamos «políticos», a la persecución de ese subsuelo, ese subterráneo, esa dimensión oculta bajo la «realidad política», que previsiblemente consiste en gran parte en un conjunto de supuestos que están a un tiempo detrás de lo que conocemos como «política» –y que incluye las «posturas políticas» que cada quien tiene, dice que tiene o cree que tiene– y en su núcleo, como materia primera, como motor y gasolina, como causa secreta de su dirección y razón última de su vitalidad y de su fuerza. Una dimensión que no por invisible es irreal, sino que es incluso, muy por el contrario, condición de posibilidad y garantía de existencia de esos hechos palpables y objetivos que incluimos en lo pensado como «realidad política».