Escuchando y mirando a Olga, muchas veces me vino a la cabeza esa primera frase de la famosa encíclica de Juan XXIII: “Madre y maestra de pueblos…”, que me volvió cuando creía tenerla olvidada, cuando un triste mensajero me anunció su muerte, el triste 19 de julio de 2008. Mater et magistra, no en el sentido maternal biológico del término, no en el sentido de maestra que enseña las letras, sino en el más ambicioso que dio aquel papa breve, que convulsionó al mundo con un mensaje que se adentraba profundamente en la vida mundana, social y económica de las sociedades, blandiendo a diestra y a siniestra la maternidad y la prédica para todos los pueblos, a favor de los derechos, contra las ideologías dominantes en ese entonces, que estaban derrochando tracción a sangre en su no declarada Guerra Fría, reclamando el bienestar aquí en la Tierra para todos los seres, para todos los pueblos.