La infraestructura económica representa un insumo de capital fundamental para la producción y generación de riqueza, así como un elemento necesario en todas las etapas de desarrollo de las economías. Entre las incidencias se destaca que favorece tanto la productividad como la competitividad en los mercados internacionales, y con ello, el crecimiento y el desarrollo económico y social. Además, las inversiones en obras de infraestructura contribuyen a incrementar la cobertura y calidad de los servicios públicos (salud, educación, esparcimiento), reduce los costos asociados a la movilidad y a la logística, mejora, asimismo, el acceso a los diversos mercados (de bienes y servicios, de trabajo y financieros), otorgando un entorno propicio para incrementar el bienestar general, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).