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Con el “Marito de la gente” prorrumpe el “maridaje del maritaje”. Muy condescendiente con los parientes políticos y consanguíneos, esa forma de actuar caprichosa y deshonesta de los políticos pútridos en favor de uno mismo. Es que para dar el ejemplo hay que proceder con integridad, practicando la ética política, un ejercicio carente en esta casta dominante que estruja al Paraguay.
Desde el 15 de agosto, viejos y nuevos carcamanes se acercaron al tambo para el ordeñe. La raquítica vaca lechera se encuentra engrillada como para que ninguna gota de crema caiga fuera del tarro. Este es el escenario que nos presenta Marito como gobernante, sin diferencias con sus antecesores de las seis décadas colorética. Deplorable realidad para un nuevo quinquenio en marcha.
Ministros, directores, jefes y administradores o simples funcionarios, están como Nerón destruyendo a Roma, dispuestos a incendiar al Paraguay para acceder a la piñata oficial. Son los delirios contra el estado y el presupuesto general de la nación, esa manada que atropella malezas, sin importar las espinas, alocados por el vito gubernamental. Mucho tiempo todavía, perderemos los paraguayos para favorecer a los facinerosos.
El léxico político de Marito, su campaña proselitista, su candidatura y su asunción a la presidencia estuvieron plagadas de semánticas adornadas, de frases construidas, sintaxis predeterminadas y de menciones equitativas o neutrales que al pueblo “le gusta escuchar”. En suma, apostó a un discurso marketinero, que finalmente terminó en ser engañoso y decepcionante para una nación, habida de cambios e innovaciones.
Se nota con claridad que está en marcha un gobierno continuista, claquista y familiero. Nada nuevo bajo el sol, todo lo contrario. Las mismas fórmulas, los mismos métodos, la misma estructura, el mismo sistema; un stablishment que asfixia a la población, al borde del colapso social y económico. Figuras contaminadas, que con celadas y maquinaciones, siguen en el anciano modelo; esa mentalidad que no confiere reformas.
Lamentablemente Marito no apostó a la probidad, al patriotismo, a la ecuanimidad y a los valores supremos de una tradición republicana, hecha añicos por los políticos furtivos que advinieron solo para enriquecerse a costa del erario público y de una expoliación sin límites de la república, muy especialmente de la gente pobre. De origen, él y su familia conocen estos procedimientos siempre practicados.
Desde el inicio, se preocupó más en prorratear los cargos a sus huestes, antes que tomar medidas correctivas profundas de los males que aquejan y tienen sumidos al Paraguay. El pueblo está a punto de “patear el tablero” porque los gobiernos y poderes no evolucionan en sus recetas. Pareciera que algún acontecimiento fuerte debería ocurrir para que los energúmenos del gobierno se sacudan y emprendan los cambios deseados por la ciudadanía.
Los vicios continúan. Itaipu y Jasyretã, generadores de frescas finanzas para la patria, está en manos de antiguos angurrientos, viejos gavilleros que no esperarán un minuto para desplumar y despellejar a la gallina de los huevos de oro. El augurio no es bueno, es deprimente para la gente. Probablemente, Marito deberá sonreír menos y con “cara de guerra” remover a la corrupción para arrojarlo a la hoguera. Cada intérprete o protagonista tendría que ser conducido a la cárcel y a su muerte cívica.
Al rehuir del cambio o del punto de inflexión, es porque se está apostando a la inmovilidad del continuismo. “Salud ya”, “Educación ya”, “Seguridad ya”, “Justicia ya”, “Acción ya”, son las premisas, la fórmula exigida por el pueblo, son los fines principales de toda comunidad. De hecho, la gestión drástica o el efecto de la “mano dura” contra la delincuencia oficial; pasa a ser un aditamento, un plus que solo poseen los elegidos.
Para diferenciarse de HC y su patria contratista, deberá atrapar a los corruptos, a los traidores y a los déspotas que pululan y se pasean por este suelo. Prender a los delincuentes oficiales de los otros poderes, encaminará al país hacia valores éticos y morales, necesarios para revitalizar a una sociedad enferma y cuasi triturada. Hay que tomar acciones duras contra todo el malandraje, en cualquiera de sus formas.
Repartir cargos a parentelas y amistades, es corrupción. En consecuencias, está obligado a sacudirse de este “viejo arquetipo” alterador de valores. Si da ese paso, será creíble y legará estelas en la mar. Si no reacciona, será uno más del montón y de la insania gubernamental.
acandia@abc.com.p