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Con un oportunismo ramplón, luego de que la “Albirroja” comenzó a repuntar en su juego y su lugar en la clasificación para el próximo mundial, tras la designación del técnico argentino Gustavo Alfaro, Peña comparó a su gobierno con el ciclo exitoso de la selección.
El problema es que, a diferencia de Alfaro, el Mandatario no tuvo el tino, o tal vez la posibilidad, de elegir para su gabinete a las personas más calificadas para llevar adelante su proyecto.
Es obvio que a Peña le impusieron algunos ministros con malos antecedentes. Ejemplo: Enrique Riera, puesto como ministro del interior, con el antecedente de ser el responsable político de la tragedia del Ycuá Bolaños, donde murieron unas 400 personas. ¿Quién, en su sano juicio, pondría a cargo de la seguridad interna de un país a alguien con ese historial? Solo Santiago Peña, presumiblemente obligado por su padrino político Horacio Cartes.
Otro ejemplo: Tadeo Rojas, exministro del Interior durante el gobierno de Cartes. Fue el único responsabilizado y destituido por el asesinato del joven dirigente liberal Rodrigo Quintana el 31 de marzo de 2017, en un acto de terrorismo de Estado que debió haber motivado un juicio político al entonces presidente Cartes. Rojas fue echado sin contemplaciones en aquella oportunidad, pero en este periodo fue inexplicablemente premiado con el cargo de ministro de Desarrollo Social y el manejo de un millonario presupuesto.
En la conferencia motivacional que dio esta semana a un grupo de docentes, el técnico Alfaro resaltó la importancia de la educación para el desarrollo personal y del país, algo que Peña había subestimado completamente durante la campaña electoral, cuando dijo que los cargos públicos no son para los más “guapitos” que estudian y tienen muchos títulos, sino para quienes se afilian al Partido Colorado y trabajan en el proselitismo.
El diputado Mauricio Espínola, de la disidencia colorada, meses atrás, se refirió también a la avidez de reconocimiento que tiene Peña, señalando que sus continuos viajes al exterior se debían a que en Paraguay es prisionero de una mayoría (cartista) y se siente más presidente estando afuera.
Volviendo al caso de Alfaro y la selección, ¿qué pasaría si le empieza a ir mal y la cuestión termina en un fracaso? ¿Peña se hundirá con el barco o asumirá la conducta que, según dice el dicho, adoptan las ratas?
El resultado de este tipo de posturas erráticas del Mandatario es que le restan total seriedad y racionalidad a su administración.
Es muy difícil que pueda convencer a la gente de que él puede asumir el liderazgo del país cuando, al mismo tiempo, da la imagen de estar preso de un comando que le baja línea y que, como solución, él quiera colgarse del saco del director técnico de la selección o viajar seguido al exterior para sentirse importante.
Él sabe, seguramente, qué debe hacer para revertir esa imagen.
Si no lo hace, da vía libre para pensar que en realidad no puede. Y eso no hay charla motivacional que pueda solucionarlo.