El proyecto cartista de copamiento político parece imparable. Pero, pese a las demostraciones de poder y de la mayoría aplastante que exhiben, encuentran resistencia de algunas figuras políticas, de ciertas organizaciones ciudadanas y de los medios de prensa de los que no son dueños.
Por primera vez, en esta democracia alumbrada por la Constitución de 1992, estamos en la situación de tener actualmente un presidente de la República, si bien elegido democráticamente, con un liderazgo delegado por quien realmente tiene el poder y que es presidente del Partido Colorado, Horacio Cartes.
Los últimos cimbronazos políticos que expusieron al Gobierno a la vergüenza pública no fueron provocados por denuncias de la oposición o por alguna conspiración externa, sino que fueron fruto de acciones y declaraciones de los mismos integrantes del equipo político cartista.
Es probable que las contradicciones y dobles discursos en los que incurre de manera repetida el presidente Santiago Peña se deban al estrés que causa estar en el poder o a pérdidas de memoria repentinas o simplemente subestimación de la ciudadanía paraguaya.
La administración bicéfala que propone Honor Colorado como forma de gobierno no tiene antecedentes en nuestro sistema democrático, por lo cual no es posible establecer una comparación con otros periodos presidenciales. No obstante, algunos ejemplos a nivel regional y mundial muestran que un sistema de ese tipo no funciona por mucho tiempo.
Los tres poderes del Estado están vigentes, hay elecciones periódicamente y hay libertad de prensa. ¿Por qué entonces muchos dicen que no hay democracia ahora en Paraguay? Más aún, analistas y dirigentes políticos de oposición afirman que estamos ya en una dictadura.
Poco meses en el poder le tomó al expresidente Horacio Cartes y su equipo político-jurídico preparar lo que parece una venganza contra el expresidente Mario Abdo Benítez y exfuncionarios. Pero, la imprevista filtración de las conversaciones que tuvo su abogado Pedro Ovelar con Aldo Cantero, uno de los fiscales que realizó la imputación, fue un manotazo que amenaza hacer caer la iniciativa como un castillo de naipes.
Debe ser frustrante para un dictador o aspirante a dictador de un país como Paraguay haber podido concentrar la gran mayoría del poder institucional en sus manos, pero no poder dominar lo que publican y difunden los medios de prensa en lo que la mayoría de los habitantes confía.