El peor enemigo de un cartista es otro cartista

Los últimos cimbronazos políticos que expusieron al Gobierno a la vergüenza pública no fueron provocados por denuncias de la oposición o por alguna conspiración externa, sino que fueron fruto de acciones y declaraciones de los mismos integrantes del equipo político cartista.

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Lo reconocen miembros de la oposición y los colorados “independientes”: el cartismo es hegemónico ahora, no tiene casi rival ni contrapeso. Las dificultades o problemas que puedan caerle encima son las que ellos mismos generen.

Así pasó con el episodio del “desdesafuero” en el Senado: Pretendió ser una “venganza” por el rechazo al pedido de desafuero del expresidente Mario Abdo Benítez y terminó siendo una violación directa a la Constitución y al sentido común.

Sumado a eso, al cartismo le empieza a pasar factura, cada vez con mayor frecuencia, la conducta de los espécimenes que lo integran.

Aunque los integrantes del primer anillo cartista pretendan minimizar y justificar los exabruptos, atropellos y despropósitos que cometen regularmente algunos de los integrantes de Honor Colorado, lo cierto es que estos hechos causan un desgaste muy acelerado al Gobierno y a su presidente Santiago Peña.

El único que puede intentar poner orden en este despelote es el presidente del Partido Colorado y expresidente de la República Horacio Cartes.

Pero tropieza con dos dificultades prácticas. La primera: ¿cómo hacerlo sin que se haga patente nuevamente que quien realmente manda es él y no Santiago Peña? La segunda: ¿qué pasaría sin pese a su intervención aparecen algunos descontentos o disconformes con sus órdenes? El remedio sería peor que la enfermedad y desataría una crisis interna de mayores proporciones.

En tanto, Peña da la imagen de alguien que está por terminar su periodo de gobierno, cuando en realidad aún no cumplió ni nueve meses. Continúa con sus viajes como lobista que busca inversiones, que no da la sensación de que vayan a venir en masa y menos aún que harán sentir un efecto inmediato en la economía del país.

Las manifestaciones estudiantiles de las últimas semanas, el intento de desacreditar a los jóvenes y –ante la reacción mayoritaria de la ciudadanía– terminar aceptando un diálogo que evitaron impulsar al principio, mostró a un gobierno poco inteligente y no muy dispuesto a respetar las reglas de un régimen democrático.

Lo concreto es que, si no se dan las respuestas económicas y de política social que la gente reclama, especialmente por el lado de la creación de más fuentes de trabajo –algo que parece demasiado difícil a mediano plazo– al gobierno cartista le servirá de poco esa mayoría y hegemonía que detenta actualmente.

mcaceres@abc.com.py

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