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Peña pretende convencerles de que, si él gana, los colorados serán privilegiados en el próximo gobierno y todos conseguirán o mantendrán sus trabajos en el Estado. Cualquier persona más o menos sensata sabe que será imposible contratar tanta cantidad de funcionarios públicos.
La estrategia de apostar solo al electorado colorado se basa en un cálculo que un senador de ese partido me explicó días antes del 20 de abril de 2008, fecha de la disputa electoral entre Blanca Ovelar, de la ANR, contra Fernando Lugo, de una alianza entre sectores progresistas con el PLRA.
Aquel cálculo (seguramente el mismo que ahora usan) tenía en cuenta la cantidad de votantes en la interna colorada, el número de funcionarios públicos colorados y sus familiares, cantidad de afiliados reales al partido y otras cifras, para llegar a la conclusión de que no podían perder aquella elección. No era un cálculo antojadizo sino bastante “realista”, y se basaba en gran parte en la confianza y la fidelidad del electorado del partido.
En aquel entonces, como ahora, se desplegó una campaña comunicacional que mezclaba la amenaza de perder empleos y “ser perseguidos” si la oposición ganaba con apelaciones al fanatismo por el color, la tradición, la polca, etc., acentuada especialmente en la semana previa a la elección.
La cuestión no funcionó por varias razones. La principal fue la evidente, aunque negada división del partido ya que la dupla derrotada Luis Castiglioni-Javier Zacarías Irún denunciaba haber sido objeto de fraude y no trabajó o trabajó en contra.
Muchos creían además, incluso en el Partido Colorado, que la candidata no era Blanca Ovelar sino el mismo Nicanor Duarte Frutos, entonces presidente de la República, del que decían que sería quien realmente manejaría los hilos del gobierno entre bambalinas, en caso de ganar.
A esto se sumó, evidentemente, la atracción de la candidatura de Fernando Lugo, que incluso tenía aceptación entre muchos colorados.
Una diferencia entre aquel 2008 y la actualidad es que en esta campaña se coló “el factor Estados Unidos”, que declaró significativamente corruptos a personajes colorados importantes, como el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, y el presidente de la ANR, Horacio Cartes.
Esta situación motiva que los colorados levanten ahora una bandera “nacionalista patriótica antimperialista” como un argumento electoralista, pero sobre todo para defender en forma particular a Horacio Cartes, como si no tuvieran ellos ninguna duda sobre el origen de su fortuna, sus negocios y sus vínculos.
A ninguno, parece, le llama la atención una cuestión reveladora: que tantos personajes acusados de graves delitos, algunos imputados, otros investigados, busquen refugio en “Honor Colorado”. Ejemplos: el fallecido Óscar González Daher, el exsenador Víctor Bogado, los diputados Ulises Quintana y Erico Galeano, por citar algunos y sin olvidar a amigos de Cartes en el exterior, como el procesado por lavado de dinero Dario Messer.
Más allá del fanatismo, muchos colorados conscientes deben seguro estar pensando qué partido y gobernado por quién tendrán en los próximos años en caso de que el cartismo logre consolidarse en estas elecciones.