Realismo mágico y el “negocio” de negar educación

El episodio del ataúd que fue ingresado a la cárcel de “El Buen Pastor” para que Carmen Villalba, hermana del fallecido Osvaldo Villalba, líder del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), pudiera despedirse de él, parece extraído de un capítulo de algún libro de Gabriel García Márquez.

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El caso le costó el cargo al ministro de Justicia Édgar Taboada, nombrado hacía unas horas, y a la directora de la cárcel de mujeres Marian Vázquez.

También mandó al tacho el rédito político que podía haberle dado al presidente Mario Abdo Benítez el operativo en el que Villalba y otros fueron abatidos por la Fuerza de Tarea Conjunta.

El mandatario no pega una con el EPP. En un operativo anterior de la FTC, lo llevaron al norte a sacarse fotos con los militares que habían eliminado a “figuras claves del grupo criminal” y resultó que habían matado a dos niñas de 11 años.

Este manejo desprolijo y chambonesco de las autoridades, que no es nuevo, es el que da una pobre imagen y mueve a la desconfianza sobre lo que pueden hacer contra el EPP.

En el periodo anterior (2013- 2018), en el que hubo más secuestros y muertes de militares que en ningún otro, tampoco faltaron los episodios bochornosos.

Uno de ellos también lo protagonizó quien fungía en ese momento de presidente de la República, Horacio Cartes. Tras la masacre de ocho militares que fueron emboscados, en junio de 2016, el mandatario, mal asesorado en cuanto a su imagen, se paró frente a los militares de la FTC, enfundado en un apretado vaquero chupín, y les dijo algo así como: “quien no quiere quedarse a pelear puede irse a su casa”. Ninguno se fue y nada cambió demasiado, entonces.

Obviamente, el bochorno de ese féretro llevado a pulso por policías desde el cementerio de la Recoleta hasta la cárcel del Buen Pastor, sirvió para la crítica justificada contra Mario Abdo Benítez.

Sin embargo, el contenido de las críticas también dejó en claro que en época electoral hay un “vale todo”, incluyendo el oportunismo y la extrema hipocresía.

Una parte de la dirigencia del Partido Colorado está confirmando con sus juicios y declaraciones que no se hace ni se hará nunca cargo de los errores ni de los aciertos de este gobierno, pese a que representa a su agrupación política.

Si bien esta cuestión no es novedosa, a esta altura provoca hartazgo, porque se burlan de la inteligencia de la ciudadanía pensante y de la lealtad de sus correligionarios.

Está muy claro que, si en 2023 ganase la facción colorada que está en contra del gobierno, administrarán el país solamente para su sector.

Ni siquiera solo para su partido, como dijo claramente Cartes en junio de 2015, durante la campaña electoral de las municipales de ese año: “Este presidente no recibe a intendentes que no sean colorados”.

En realidad, ambos sectores colorados apuestan al fanatismo y a la irracionalidad de sus afiliados y simpatizantes, porque nadie puede creer que, alegremente, se olviden después de que pasen las internas, de las acusaciones muy graves y de tinte delincuencial que se prodigan ahora, mutuamente.

Tal vez, esta cuestión explique el poco interés de los sucesivos gobiernos, en todos estos años, en apostar a la educación pública.

Mantener a gran parte de la población en la ignorancia, la pobreza y el fanatismo es la mejor manera para ellos de que mucha gente no capte el engaño, la hipocresía de estos políticos que quieren el poder para robar de manera descarada el dinero público. Así lo reconoció ayer sin vueltas, durante una sesión extraordinaria, el diputado Nazario Rojas (ANR, HC), al decir que a los colorados les gusta robar y acusó a la oposición de estar en lo mismo.

El ladrón juzga por su condición. Nada más que agregar, señorías.

mcaceres@abc.com.py

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