Marcas que duelen toda la vida

Muchos padres maltratan a sus hijos física o psicológicamente por no saber cómo educarlos; otros llegan a este extremo por problemas con el alcohol, dinero o las drogas. Lo cierto es que muchas personas llevan recuerdos que las marcan para toda la vida.

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Una mujer castigó a su hijo derramándole agua caliente en la espalda y un niño fue hallado encadenado a una silla. Estos son solo algunos ejemplos de los casos más extremos que se registraron el año pasado en Paraguay en relación a los menores que reciben algún tipo de maltrato.

No obstante, el castigo físico no es la única forma de maltrato: muchos padres constantemente optan por golpear o insultar a sus hijos con el fin de “educarlos”. Según la doctora en psicología Sonia Espínola, el argumento principal es “yo fui criado así y salí bien”. Sin embargo, es probable que estas personas no dimensionen el daño que este tipo de castigos les causó en la vida y en su desenvolvimiento actual ante los demás.

En 2016, el Ejecutivo promulgó la Ley Nº 5.659/2016, “De promoción del buen trato, crianza positiva y de protección a niños, niñas y adolescentes contra el castigo físico o cualquier tipo de violencia como método de corrección o disciplina”.

En ese marco, la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia (SNNA) cuenta un sistema de Fono Ayuda para reportar los casos de violencia hacia menores de edad o falta de garantía en sus derechos. Las notificaciones se pueden hacer gratuitamente al 147, o a través de su página de Facebook o la aplicación móvil.

En lo que va del año en curso (hasta junio), este sistema ya recibió 13.100 reportes de niños en situación de vulnerabilidad, que involucran a unas 5.000 víctimas, y según los datos específicos por edad, los casos refieren principalmente a menores de la primera infancia (0 a ocho años). Entretanto, el año pasado el número de este tipo de notificaciones llegó a la alarmante suma de 23.629.

De modo a evitar estas situaciones, las instituciones públicas y organizaciones sociales han buscado maneras de concienciar a los padres sobre evitar el uso de la violencia “para la educación”, lo que ha despertado la disconformidad de quienes defienden “la vieja escuela”. Sin embargo, cabe resaltar que los casos de vulneración llegan a extremos como la explotación comercial y el abuso sexual.

Por ende, es importante saber en qué momento estamos hablando de un maltrato y conocer los caminos posibles para reemplazar las sanciones disciplinarias violentas por métodos eficaces que no dejen secuelas ni psicológicas ni físicas en los niños, quienes son sujetos de derecho.

“Son los abusos o la desatención que padecen los menores; esto incluye el maltrato físico, psicológico, el abuso sexual e inclusive la explotación con fines comerciales u otra causa que pueda dañar el desarrollo y la salud del niño como también su dignidad o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”, refiere la especialista Sonia Espínola.

La doctora explica que muchas veces los padres no son cariñosos con sus hijos –son fríos o intolerantes–, no los acarician, no los abrazan y, más aún, el niño puede estar constantemente asediado por gritos, insultos, descalificaciones y palabras que los hieren.

“Hay palabras que pueden parecer tan normales a oídos de los padres como ‘tonto’, ‘bobo’, ‘torpe’, ‘sos un pesado’, ‘salí, que me estás molestando’, pero estas afirmaciones pueden ser verdaderas puñaladas para los niños y, en rigor, constituyen un tipo de maltrato”, puntualiza. Añade que el no escuchar y no apoyar a los hijos también es un tipo de maltrato psicológico.

“Hay padres que por no pegarle a sus hijos los castigan verbalmente, sin saber que esa también es una forma de maltrato. Asumen los gritos como una forma de criar a sus hijos y se jactan de que nunca los han golpeado. Sin embargo, hay que tener muy claro que las palabras negativas pueden llegar a ser balas que traspasan el corazón y duelen tanto, causando daños que perduran toda la vida”, resalta.

Recuerda el poder de las palabras a la hora de causar heridas significativas y la existencia de adultos que nunca se han olvidado de lo que un día les dijo su papá o su mamá. “Ante todo, hay que evitar las descalificaciones y sentarse a conversar con respeto con los hijos de cualquier edad”, subraya.

La doctora en psicología enumera una serie de consejos para enfrentar este problema sin usar la violencia:

1. Mantener la calma. Este es tal vez el consejo más importante pero el más complicado de llevar a cabo, pero es preferible hablar a tiempo que aguantar hasta que uno ya no puede más y estalla.

2. Ser firmes. La disciplina es fundamental para su desarrollo. Ellos necesitan normas, exactamente igual que cualquier sociedad.

3. Imponer disciplinas ajustadas a las faltas. No improvisar los castigos en un momento de enfado es uno de los mejores consejos. En esos momentos, los padres suelen ser poco justos y los resultados pueden ser muy negativos.

“Es mucho más práctico que los castigos por incumplir las normas se dejen claros al mismo tiempo que se negocien estas. El mismo contrato que nos sirve para explicarles bien a los chicos las reglas que tienen que cumplir nos sirve para detallar los castigos a los que se enfrentan si las incumplen”, aclara.

4. Buscar ayuda profesional. A veces, incluso siguiendo todos estos pasos, el comportamiento de los hijos se hace insoportable para los padres. En ocasiones, los menores comienzan a tomar alcohol o drogas y a mostrar actitudes violentas.

“Es decir, hay veces, que su forma de actuar supone un riesgo sus vidas y las de otros. En esos casos, lo mejor que pueden hacer los padres es buscar ayuda profesional, hablar con un médico o un terapeuta que les indique cuál es el mejor camino a seguir para solucionarlo”, señala.

La psicóloga comenta que cuando un menor de tres años recibe algún tipo de maltrato se dañarán sus habilidades sociales y su autoestima. “Es habitual ver que el niño tenga pesadillas, trastornos del sueño, cambios en los hábitos alimenticios, retrasos en su desarrollo psicomotor, pérdida del control o desinterés”, refiere.

Cuando crecen es probable que los niños maltratados tengan dificultades para comprender, graduar y regular sus emociones e impulsos. Suelen interpretar las intenciones de sus pares o maestros como más hostiles de lo que verdaderamente son. Esto se debe a las continuas contradicciones emocionales a las que son sometidos estos niños, pues una persona que se supone que debería cuidarlos y que ellos aman, en realidad, los maltrata.

Cuando el maltrato se produce en niños más grandes o adolescentes, estos suelen huir del hogar, agredirse a sí mismos y en general tienen bajo rendimiento académico. También es frecuente el aislamiento social, la delincuencia juvenil, el abuso de sustancias, el rechazo del propio cuerpo, el miedo generalizado o la aparición de sentimientos de vergüenza o culpa. Además, pueden aparecer enfermedades como la depresión o el trastorno disociativo de la identidad.

Al llegar a la adultez, las personas que fueron maltratadas en su infancia suelen transformarse ellas mismas en maltratadoras de sus hijos. Los niños crecen pensando y creyendo que la gente que lastima es parte de la vida cotidiana; por lo tanto, este comportamiento se torna "aceptable" y el ciclo del abuso prosigue cuando ellos se transforman en padres, continuando así el ciclo vicioso por generaciones.

“Más allá de los trastornos psicológicos, una investigación llevada a cabo en los Estados Unidos ha demostrado que el castigo físico puede provocar cambios en el cerebro. De esta manera, los niños que son golpeados o maltratados físicamente desde pequeños hasta más allá de los cinco años de edad pueden tener un coeficiente intelectual más bajo, en comparación con los niños que no sufren este tipo de violencia”, explica la doctora en psicología.

Uno de los tipos de maltratos quizás más alarmantes es la depravación a la que recurren las personas que agreden sexualmente a los menores y es más terrible aún cuando esto ocurre en su entorno familiar, viniendo de un mayor que -se supone- debería protegerlos.

Las cifras del año pasado señalan que 2.249 menores de edad fueron víctimas de violencia sexual, según el registro de la Secretaría Nacional de la Niñez y Adolescencia (SNNA). De ese total, 1.267 son víctimas directas y la mayoría corresponde a menores del sexo femenino. En cuanto a los casos por ciudades, San Lorenzo y Capiatá lideran la mayoría de reportes, seguidas por Lambaré y Luque.

En cuanto a los agresores, la mayor cantidad hace referencia a los padrastros de los menores, seguidos del padre y del vecino. En ese contexto, en el 2017, se registró un total de 222 casos de niñas embarazadas. 

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Para evitar llegar a estos extremos es necesario “reforzar toda la información necesaria de que sus cuerpos son solo suyos, que existen partes que son íntimas y nadie bajo ninguna circunstancia o consentimiento pueden tocar o abusar de esas partes”, explica a través del Ministerio de Salud Pública la Lic. María Elena León, jefa del Programa Nacional para la Prevención y Atención Integral de Mujeres, Niñas, Niños y Adolescentes en Situación de Violencia del Ministerio de Salud.

Así también, el Ministerio Público se articula al Ministerio de Salud y la SNNA para tratar de enseñar y concienciar. En ese contexto, además de las charlas en las escuelas, el año pasado lanzó una guía para abordar el tema del abuso sexual con los padres, niños y docentes. El manual cuenta con un “test de prudencia” en el cual básicamente se enseña a los niños a no creer en las “excusas” que les dice la gente extraña.

También, en marzo de este año, la Fiscalía habilitó una delegatura para atender casos de abuso sexual y maltrato en menores, a cargo de la fiscala Teresa Martínez Acosta. 

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Llamar inmediatamente al sistema de Fono Ayuda 147 o al 911. “Ante el conocimiento de una situación de vulneración se pasa la información a las instancias de denuncia o de responsabilización de la llegada para servicios y restitución de derechos y/o protección requeridas, todo esto de manera telefónica”, explica Licia Martínez, coordinadora del programa.

Aclara que no se trata de una línea de emergencias propiamente. “La única es el 911, pero sí se articula para llegada efectiva y forzar actuaciones requeridas por el Sistema Nacional de Protección y Promoción Integral a la Niñez y la Adolescencia (SNPPI)”, subraya.

Recuerda que los reportes son confidenciales pero no anónimos; es decir, se requieren los datos que son de uso exclusivo de la dependencia y solo se los proporciona a las máximas autoridades intervinientes en el caso de que lo requieran legalmente.

Entonces empieza otro proceso para los niños, dependiendo de su situación, si debe ser apartado de su familia y llevado a un hogar de abrigo o con familias acogedoras. 

En los últimos tiempos, la ciudadanía ha ido perdiendo el miedo a denunciar los casos, según Licia Martínez, de Fono Ayuda. “Existe una apertura a involucrarse y dejar de lado el ‘no me quiero meter en problemas ajenos’, especialmente en casos que se involucren a Niños, Niñas y Adolescentes (NNA)”, manifestó.

Pero recalcó que todavía es un desafío que los datos sean proporcionados de manera correcta y precisa. “Muchos ciudadanos desconocen nombres y apellidos de sus vecinos, nombres de calles y localidades alejadas sin denominación formal, comunicación deficitaria en la comunidad, desconfianza en las autoridades locales y otros factores específicos de cada caso”, relató.

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El maltrato y el abuso no siempre presentan huellas físicas fácilmente visibles, pero siempre dejan su marca en la conducta, explica la doctora Espínola. “La observación, la escucha atenta, son los mejores recursos para identificar al niño maltratado. Los maestros requieren de especial sensibilidad para detectar si un niño es objeto de maltrato, porque frecuentemente éste, por vergüenza o para proteger a otros miembros de la familia, encubre la situación”, cuenta.

“Se debe tener presente que, para quien está creciendo en un ambiente violento, la violencia no es cuestionada e incluso puede parecer el único modo de expresar los afectos. A veces, el niño denuncia explícitamente el maltrato que sufre. La actitud de escucha atenta de los docentes puede animar a estos niños a confiarse. Siempre creer en la palabra del niño, no culpabilizarlo en ningún caso, investigar la verdad o consultar con otros profesionales, recurrir a las autoridades correspondientes y denunciar el hecho”, asevera.

Cada 31 de mayo, desde 2004, en Paraguay se conmemora el “Día nacional contra el maltrato, el abuso sexual y la explotación laboral de niños, niñas y adolescentes”, por decreto presidencial. En esa fecha se recuerda el crimen de Felicita Estigarribia, la niña que vendía mandarinas, quien fue abusada y asesinada en Yaguarón, en busca de justicia, puesto que su agresor nunca fue detenido.

Artículo completo: Felicita, la niña de las mandarinas

Quizás muchas personas, hoy padres de familia, coincidan en que durante su infancia fueron castigados con "cintarazos" u otro tipo de golpes y que “gracias a eso” lograron ser educados correctamente. Sin embargo, es probable que no detecten que la mayoría de sus miedos, culpas, frustraciones y reacciones violentas hasta hoy en día son producto de las marcas que una vez recibieron.

Por esta razón, sería importante analizar y decidir cortar con el ciclo infinito de violencia, para criar ciudadanos seguros, emprendedores y felices, capaces de expresarse y relacionarse sin maltratar a los demás.

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