El intervencionismo estatal daña a los jóvenes con falta de empleos

Me causa enojo y hastío el desempleo entre los jóvenes. Se daña y mucho a personas que desean forjar su futuro contando con un puesto de trabajo. Los jóvenes en particular no logran tener un puesto laboral porque no quieren, sino debido al intervencionismo estatal en el mercado laboral.

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El estatismo no permite la relación armoniosa entre los factores de producción, el capital y el trabajo. El desempleo tiene origen precisamente en el intervencionismo estatal que nuestros gobernantes demasiado consideran como una solución. Están equivocados y esto causa ese enojo y hastío señalados más arriba.

Al respecto, la economía ha enseñado y sigue enseñando que la falta de puestos de trabajo es una consecuencia de la escasa formación del ahorro interno así como la también poca radicación de inversiones.

Miles de jóvenes deambulan en busca de un puesto laboral que les permita contar con el debido sustento diario. En cada esquina de la ciudad, en cualquiera del país, podemos ver a una persona, en especial joven, que se encuentra en la informalidad, allí donde se cobijan estas personas sin posibilidad alguna de ingresar a la formalidad a causa de un sistema perverso de carácter estatista como el que contamos.

La falta de puestos laborales fue siempre acuciante en nuestro país, pero ocurre que ahora se nota demasiado. A todo aquel que al menos tiene cierto interés por lo que le pasa a su prójimo le resulta lamentable porque en el fondo no debería darse esta infeliz situación.

El desempleo es el tema más dramático en este momento. No es sólo lo que ocurre con la caja estatal, la recaudación tributaria o el perverso endeudamiento que, por cierto, todos ellos finalmente afectan la formación del ahorro y la inversión nacional y por ende emiten señales inciertas al capital foráneo.

No contar con un puesto de trabajo especialmente para los jóvenes que componen la mayoría del país implica pobreza, escaso y hasta nulo acceso a la bancarización, ausencia de capital disponible para llevar a cabo un negocio o un tratamiento médico, hasta llegar a la misma miseria. Todo esto tiene relación con la autoestima en términos psicológicos, una condición que no debe ser desconsiderada.

Esto último es lo que nos interesa. Si se comprendiera de una vez por todas acerca del perjuicio causado por el intervencionismo estatal entonces estaríamos dando un salto positivo hacia adelante, cambiando este estado de cosas que castiga a buena parte de nuestra población.

Cuanto más nos acerquemos a una economía totalmente libre – que no significa ausencia de ley ni orden– entonces el desempleo se volverá residual, afectando a muy pocos al punto que no conseguirían un puesto laboral aquellos que en realidad no quieran trabajar.

Acuerdos voluntarios en el mercado laboral

Ocurre que las partes contratantes, el empleador y trabajador, pactan libremente en un acuerdo voluntario sus derechos y obligaciones, el factor de producción capital siempre tenderá a adquirir el otro factor de producción, el trabajo.

De modo que cada tarea, profesión o actividad que ofrezca una persona a otra para que así pueda ser contratada y ganar una suma de dinero, se podrá lograr porque cada quien conseguirá trabajar sin que ello implique una agresión a la otra parte, ya sea del trabajador como del empleador.

En una economía en donde rija el pacto voluntario, las partes podrán realizar de modo más eficiente sus intercambios que en otra donde se le exija a una de las partes tener que hacer lo que no estaría dispuesto a llevar a cabo, esto es por ejemplo, tener que pagar un aporte patronal del 16 por ciento o el 9 por ciento por parte del trabajador.

Se agrega a esta negación de todo pacto voluntario que además se tiene que pagar un mínimo en concepto de sueldo legal porque caso contrario no se consigue el trabajo correspondiente y de paso se ingresa en la informalidad. El salario mínimo legal superior al salario en el mercado termina por generar desempleo y contrae los ingresos de aquellos incluso con un nivel de productividad, conocimiento y especialización más alto.

La coerción estatal fuera de su ámbito

La coerción es parte de la ley y de la naturaleza del Estado; sin embargo, en el ámbito de la economía es dañina y en este caso en el mercado laboral al cual me refiero en esta nota.

¿Por qué aceptar a la imposición de una legislación –ley laboral– como superior a un acuerdo voluntario entre las partes interesadas? ¿De dónde sale la absurda y por cierto autoritaria decisión hecha por algunos para que otras personas las cumplan cuando que en los hechos les perjudica?

De hecho, se podrían hacer otras interrogantes como por ejemplo: ¿por qué dos individuos no pueden llegar a un acuerdo entre ambos, cuando que la misma Constitución y el mismo Código Civil establece la supremacía de la persona como individuo? Pues un acto jurídico se considera voluntario cuando es llevado a cabo con discernimiento, intención y liberal. Si cualquiera de estas citadas características no se dan, pues entonces se está ante un acto jurídico que no produce efectos propios.

Pero al pensamiento estatista, colectivista, mercantilista y finalmente socialista porque de eso se trata y he ahí su raíz la desigualdad y la opresión que sufre el trabajador por parte del capitalista, entonces se aprueban y se mantienen códigos laborales que castigan en especial a la gente más pobre y necesitada.

La permanente negación por parte de académicos, analistas y otros que pregonan la idea de un enfrentamiento eterno entre proletarios y burgueses ha calado tan hondo que hasta resulta difícil de comprender, al menos si uno lo hace desde la buena fe, la moral, la historia y la ciencia.

Es que de eso se trata. Si no hacemos esta disquisición que ciertamente es multidisciplinaria, pues seguiremos en un círculo vicioso porque siempre se llegará a la cuenta de que es necesario proteger a “la parte más débil” como dicen los defensores del estatismo mercantilista. No existe tal cosa como parte más débil porque al final y al cabo en la relación obrero patronal, es el empresario –pequeño, mediano y grande– el que está obligado a producir, ofrecer un servicio o un bien determinado para que los consumidores demanden y para ello se requiere de un ambiente de competencia.

Propuesta correcta, libertad y competencia

Es ese ambiente de competencia en el mercado el que le permite al trabajador encontrar otro empleo si no es de su agrado donde se encuentra. Y la competencia ocurre únicamente –y esto es en todas partes del mundo– en la medida en que la cantidad de ahorro y capital sea más abundante que el factor trabajo.

En el mundo real, allí donde todos los días los emprendedores de todo tipo tratan de congraciarse con sus consumidores, por sus clientes y compiten por ellos, el salario real de los trabajadores depende exclusivamente de la cantidad y calidad de los productos y servicios que compra la gente.

Los gobiernos entregados al pensamiento estatista, mercantilista y colectivista no han hecho más que crear las peores condiciones para que los jóvenes obtengan trabajo y mejores salarios. Sólo la libertad económica, sinónimo de libre contratación, respeto por las decisiones de las partes contratantes, seguridad, respeto por la propiedad privada, la competencia y más capitales en inversiones harán más y mejores empleos en Paraguay.

Trabajo

Estatismo no permite la relación armoniosa entre los factores de producción, el capital y el trabajo. Miles de jóvenes deambulan en busca de un empleo.

Perverso

El desempleo es el tema más dramático. No es sólo lo que ocurre con la caja estatal, recaudación tributaria o el perverso endeudamiento.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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