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Aspectos como nuestros hábitos, el tipo de relación que establecemos con el ambiente en el que vivimos, aprendemos, trabajamos o nos relajamos y divertimos, son fundamentales porque nuestro estado de salud a menudo está condicionado por factores exógenos que la impactan de manera directa e indirecta. En ese sentido es que la calidad de ese entorno o medio ambiente se vuelve determinante de cuan saludable puede ser la vida que vivimos.
Dada la predominancia de las ciudades como espacios de vida de los latinoamericanos y latinoamericanas, la manera en cómo estas se desarrollan (su forma, los servicios y la calidad del aire que ofrecen, la facilidad para proveer alimentos saludables, entre otros aspectos) pueden tener un mayor o menor impacto positivo o negativo en la salud de las personas.
Si bien muchos de los problemas históricos de las ciudades de América Latina y el Caribe tuvieron mayor visibilidad durante la pandemia covid-19, se puede decir que también transitamos otras pandemias silenciosas, como el sobrepeso, que afecta a aproximadamente 57% de la población adulta de América Latina, lo que significa unos 300 millones de personas.
Si a lo anterior le sumamos una diferenciación por género, hay una prevalencia de obesidad en las mujeres, explicado por ejemplo con una relación entre la demora en los sistemas de transporte que reduce el tiempo para preparar y consumir alimentos saludables, los cuales son reemplazados por bebidas azucaradas o alimentos ultra procesados.
Afortunadamente es posible influir de manera positiva en la salud, si se modifica el entorno en el que vivimos. Hay muchos cambios que se pueden hacer desde la planificación, diseño y gestión de las ciudades para intervenir el entorno en el que vivimos. Por ejemplo, el estímulo de la actividad física a través de mejores espacios públicos para practicarla o un mayor y mejor acceso a alimentos saludables, el despliegue en toda la ciudad de ciclovías para promover la movilidad activa.
Otras iniciativas que van en esta dirección es crear o mejorar los espacios verdes para estimular no solamente la actividad física, sino también la recreación y el esparcimiento, distribuir adecuadamente los centros de atención primaria de la salud para facilitar el acceso a ellos por parte de todas las personas, desalentar el uso del transporte particular para disminuir los niveles de contaminación del ambiente y los niveles de ruido, entre muchas otras políticas.
Añadir esos lentes de salud en todas las políticas urbanas evidencia el impacto que tiene la ciudad para darle forma a la salud de las personas. Sin salud no podemos hacer las actividades que queremos, cargamos la historia en nuestros cuerpos, por lo que la planificación, diseño y gestión de una ciudad saludable se refleja en decisiones que promuevan un estilo de vida más saludable, tanto de manera individual como colectiva.
Frente a esta necesidad de promover una vida más saludable desde el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) hemos elaborado una “Guía para Ciudades más Saludables” que pone a disposición de las ciudades de la región marcos conceptuales, recomendaciones y ejemplos prácticos para una vida más saludable en las urbes a partir del trabajo conjunto entre la agenda de planificación urbana y salud a nivel municipal, de acuerdo con las mejores prácticas disponibles en el ámbito internacional.
(*) Ejecutiva principal y especialista en desarrollo urbano en el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).