Aquellos guardapolvos de antaño...

La tradicional imagen de niños y niñas llegando a sus escuelas con inmaculados guardapolvos blancos, parece desteñirse en el tiempo. Aunque en varias instituciones públicas sigue la costumbre, los uniformes se fueron adaptando a la modernidad. El jumper, polleras y pantalones de colores oscuros, más fáciles de planchar y mantener, junto con otras prendas ganan la pulseada.

Aquellos guardapolvos de antaño...
Aquellos guardapolvos de antaño...CELSO RIOS

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“Sé que tienes el corazón hecho de tiza y pizarrón; guardapolvo blanco, ternura y encanto, me educaste con amor”, reza una conocida canción escolar de los años 70 y 80. Con el paso del tiempo, en muchas escuelas las tizas fueron suplantadas por marcadores, y los guardapolvos ya no las vestían las profesoras, ni los alumnos. Los uniformes fueron variando en nuestro país según las necesidades y –¿por qué no?– la moda.

El guardapolvo nació como un símbolo de equidad, entre otras razones explica el historiador e investigador de la educación David Velázquez Seiferheld.

A fines del siglo XIX, en parte como influencia del modelo educativo argentino, los niños paraguayos comenzaron a utilizar el uniforme para la escuela. En principio, la prenda era azul, pero a inicios de la década de 1920, el color cambió al blanco que todavía sobrevive en varios centros educativos.

“Los uniformes establecen la equidad, la igualdad ante la Ley. En la época en que se institucionaliza su uso, la intención era que los niños recordaran que dejan en sus casas el individualismo, la familia, para sumarse a la sociedad e interactuar con ella a partir del aula, los compañeros, la profesora. Los niños pasaban a ser parte de un colectivo. Con todo, los uniformes también jerarquizaban a los estudiantes y docentes; diferenciaban en una época a menores de edad, que en el caso de los varones vestían pantalones cortos, y a mayores de edad, que llevaban pantalones largos. Igualmente, establecían una distinción por género, entre niños y niñas. Por debajo del guardapolvo, ellas debían llevar polleras largas hasta por debajo de las rodillas”, relata Velázquez Seiferheld, autor del libro Mbo’e: introducción a la historia de la educación paraguaya, lanzado en diciembre de 2019.

Un ahorro para la familia

Explica el investigador que el uso del guardapolvo también representaba para las familias un ahorro en la vestimenta de sus hijos en edad escolar: “Se trataba de una prenda resistente para las contingencias propias de la edad infantil –juegos, corridas y travesuras–, que se colocaba sobre otras ropas, pero que, a la par que uniformizaba, permitía que esa ropa pasara de hermano a hermano”, como los libros de lectura.

Una peculiaridad de la educación paraguaya, incluso ya siendo obligatorio el uso del guardapolvo, es que muchos niños iban a la escuela con las prendas que tenían y descalzos.

La higiene y los calzados eran un problema, insiste Velázquez, y detalla que, de hecho, el guardapolvo pasó del azul al blanco con la intención de que los niños tuviesen más cuidado y aprendieran a mantener el uniforme limpio. Los alumnos descalzos, empero, preocupaban más. En un intento por controlar esta situación, que acarreaba problemas de salud como el py sevo'i, a fines del siglo XIX el Departamento de Instrucción Pública, Justicia y Culto (hoy Ministerio de Educación y Ciencias) ordenó que no se inscribieran en las escuelas a niños sin zapatos. La reacción de la población –sin recursos para comprarlos– fue tal, que el Gobierno dejó sin efecto la normativa.

Con todo, el historiador cuenta que, incluso, hay un documento de la década del 20 en el cual una directora incluye, como propósito del año, tratar que las alumnas acudieran con calzados por los menos en las ocasiones solemnes y patrióticas. Como anécdota, Velázquez cita que en 1943, para un evento deportivo, el gobierno de Higinio Morínigo compró 3.000 pares de calzados deportivos.

En esos años, en que la gente andaba descalza, la mayoría de las calles de Asunción eran aún de tierra, al igual que en el resto del país. Además, hasta bien entrado el siglo XX, la Capital no tenía sistemas de desagües, por lo que la tierra con aguas servidas, además de causar el “py sevo'i”, favorecía la aparición de micosis y otros problemas de salud, sigue contando el historiador.

El blanco de las maestras

Mientras los calzados siguieron siendo un problema durante décadas, principalmente en áreas rurales, el uso del guardapolvo blanco se estandarizó muy rápidamente. Lo utilizaban también las maestras y quienes estudiaban, por ejemplo, en la Escuela Normal para la formación de otros maestros, que en 1929 funcionaba donde hoy se encuentra el Colegio Nacional Presidente Franco. Allí, niñas de 13 años en adelante seguían la escuela con énfasis en la docencia y se recibían de maestras a los 15 años de edad. De ahí que en las fotografías de la época muchas docentes parecen tan jóvenes como sus alumnos.

En la misma época, los uniformes de gimnasia para niñas eran remeras con polleras largas, todo completamente en blanco.

Las instituciones educativas privadas de entonces, mayormente religiosas, también tendían al uso del guardapolvo. Esta prenda, si bien era obligatoria en la primaria, no había un uniforme estandarizado en la secundaria. Eso sí, era obligación y de rigor vestir trajes en el caso de los varones.

Uniformes de gala

Los uniformes de gala también fueron cambiando con el tiempo, tal como puede apreciarse en los desfiles estudiantiles, y hacia 1948 comienza a ser patente en la vestimenta la influencia militar en la educación. Hasta ese entonces, los desfiles eran más bien como una procesión, pero en ese tiempo aparecen boinas en hombres y mujeres; botas y saludo militar en varones, cuenta el historiador.

Para los sesenta ya se permitía a las niñas pequeñas utilizar las polleras por encima de las rodillas, sin necesidad de guardapolvo como obligación.

Como una reacción al fin de la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner, sostiene David Velázquez, ahora el debate sobre el uso del uniforme ronda en torno al derecho de los estudiantes a expresar libremente su individualidad. Un debate sin dudas necesario, que este año, en el marco de la transformación educativa impulsada por el Ministerio de Educación, será parte del análisis sobre qué paraguayo queremos para este siglo XXI, que va por la segunda década.

Conviviendo con uniformes

Olga Duarte sabe mucho de uniformes. Había comenzado confeccionándolos, y ahora es propietaria de una tienda de San Lorenzo, desde hace 32 años. Cuenta que cuando empezó en el negocio, los guardapolvos de mangas largas eran la costumbre. Los varones los utilizaban hasta la cadera, abotonados en el frente, encima de sus camisas blancas también. Hasta el quinto grado, empleaban shorts de color azul marino y, un poco más grandes, ya los cambiaban por pantalones de vestir, pero siempre con el guardapolvo.

Para las niñas, el uniforme era un poco más complicado. Encima de la camisa blanca y polleras azules hasta por debajo de la rodilla, debían llevar el guardapolvo blanco, abotonado detrás y con un cinto que cerraba con un moño impecablemente hecho por detrás. El cabello podía ir recogido, con moño blanco o suelto, pero con una vincha también blanca.

Las maestras utilizaban dentro de la institución guardapolvo blanco con alforzas y botones en la parte de adelante, además de un cinto prendido detrás con dos botones, recuerda Duarte.

Mantener impecable el guardapolvo, bien blanco y almidonado, era complicado. Pocas amas de casa conocían los trucos. En los niños, las acostumbradas travesuras “teñían” rápidamente el uniforme con el rojo de nuestra tierra, las marcas de tinta y del dulce de guayaba de la merienda hacían mella antes del primer semestre de clases. El lavado implicaba tiempo y se completaba con el azul, o blanqueador óptico. Planchar tampoco era sencillo, dependían de las tablas y la tela.

Las dificultadas que generaba el guardapolvo blanco, según Olga Duarte, quizás hayan llevado también al jumper, un enterizo azul marino, gris, bordó u otro color oscuro. Los niños, del short pasaron a utilizar pantalones largos del mismo color y material.

Para reducir los efectos del calor, en la mayoría de las instituciones públicas se tiende a pedir el uso de remeras blancas tipo polar. Dependiendo de la institución, algunas llevan la insignia estampada sobre el pecho. Las maestras también recurren al uso del uniforme similar a los alumnos, según cada institución.

En los uniformes de gala, tanto de los colegios como de las escuelas, sigue siendo preferencial la utilización de prendas blancas y polleras con tablas o pantalones oscuros. Además, los varones usan corbatas y las mujeres, cintas de terciopelo.

[el dato]

El año escolar 2020 irá del 21 de febrero al 30 de noviembre, con 184 días de clases para los estudiantes y 200 días laborales para los docentes. Hay 1.492.287 alumnos, 77 mil docentes y 11.773 instituciones educativas oficiales.

Disposiciones sobre el uso

El uso del uniforme siempre regulado por el hoy Ministerio de Educación y Ciencias mediante circulares, aunque quedaba a cargo de cada institución la elección y exigencia.

En 1982 una circular pedía “no obstaculizar la asistencia a los alumnos a clases por carecer de guardapolvo, o del uniforme exigido por la institución”.

El 14 de febrero de 1984, otra circular indicaba que “es obligatorio el uso del guardapolvo blanco para el personal directivo, docente y el alumnado de las escuelas diurnas y para el personal directivo y docente de las nocturnas” para todos los actos oficiales de las instituciones.

En los últimos años, las disposiciones varían conforme a las condiciones climáticas. El 21 de mayo de 2018, el MEC emitía la circular 04, “ante las bajas temperaturas y para evitar contraer enfermedades respiratorias, el uso del uniforme no deberá ser obligatorio durante los días de frío”.

En noviembre de 2019, el ministerio advierte sobre cuidados con las altas temperaturas, pidiendo “evitar la exigencia de uniformes como sacos, corbatas, camperas u otro atuendo que pueda ocasionar malestares durante la temporada de altas temperaturas en el país”.

mariana.ladaga@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Celso Ríos/Gentileza/David Velázquez Seiferheld.

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