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Según ha dicho el presidente del Senado Silvio Ovelar, tanto él como el primer mandatario han comentado esta semana que sus respectivas administraciones, en este primer año, fueron “complicadas y difíciles” por las adversidades que debieron enfrentar.
Ante esa declaración, uno no puede sino pensar lo que habrán sentido los presidentes a quienes les tocaron tiempos de guerra o de crisis internacionales.
Si solamente tuviéramos en cuenta el periodo de retorno a la democracia en nuestro país, desde 1989 en adelante, es difícil afirmar que a algunos de los mandatarios que pasaron les tocó un periodo más o menos de tranquilidad política y económica.
Lo que parece tener en común esta administración con anteriores es que da la impresión de no tener claro hacia dónde va o, si tiene alguna idea sobre el particular, parece no saber cómo concretarla.
La mayoría de los mandatarios que pasaron parecían no estar preparados para el cargo, especialmente por no contar con un equipo de trabajo que impulse su administración.
Mirando las alianzas políticas que viene haciendo el oficialismo las últimas semanas cuesta saber cuál es su objetivo.
Es sabido que el presidente Mario Abdo Benítez construyó su camino al poder presentándose en su momento como la antítesis al liderazgo del expresidente Horacio Cartes.
A partir de este año, las diferencias se fueron difuminando. Recientemente, el oficialismo pactó con la bancada de Honor Colorado y el sector llanista (los dos sectores con los que se enfrentó por el tema de la reelección en 2017).
En este acuerdo, el Ejecutivo recibió, por lo que se entiende, promesas de Gobernabilidad y estabilidad y, a cambio, entregó al cartismo y al llanismo espacios concretos de poder, además de beneficios económicos en forma de menos impuestos, en un caso y cargos, en el otro.
Previsiblemente, a medida que vayan transcurriendo los meses, el mandatario será más vulnerable ante las presiones.
Es posible que la conjunción de intereses que lo ayudó en su momento a llegar a la presidencia se convierta en un problema.
Ahora mismo, en el caso concreto de la terna de candidatos para la Corte Suprema que remitió el Consejo de la Magistratura al Senado, se hace evidente que en la bancada oficialista hay posturas encontradas: el presidente tiene su candidata, el vicepresidente tiene su candidata y un sector de la bancada tiene su candidato. También el cartismo tiene su candidata.
Aunque parezca raro, el mandatario no tiene asegurada, en esta coyuntura, la posibilidad de imponer su candidata, pese a su poder de veto sobre lo que decidan los senadores.
También el presidente del Senado, como un alter ego del presidente, dijo sin vueltas que no se puede saber quienes, dentro de un año, seguirán en el oficialismo y quienes en la oposición. Abdo Benítez suscribió esos dichos, apelando a aquello de que la política es cambiante, en un aparente intento de minimizar la cuestión de fondo.
Aún no completó su primer año de mandato. Evidentemente, no aspirará a la reelección y el año próximo prácticamente se reinician las luchas electorales internas y generales. Ese es un panorama que puede calificarse de “complicado y difícil”, para el cual será necesario ser, más que un piloto de tormentas, uno que sepa tomar decisiones oportunas y elegir aliados confiables.
mcaceres@abc.com.py