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Ya hace cerca de 22 años que el caudillo colorado Luis María Argaña (+) dijo que cualquier Ñakyrã pire o Pato Donald, con tal de ser el candidato oficial del Partido Colorado, aseguraba ganar una elección. La sentencia fue muchas veces desmentida por la realidad, pero los dirigentes del añejo partido republicano continúan insistiendo en poner candidatos de escaso o nulo atractivo electoral, dando por hecho que el “voto duro” partidario y una calculada demostración de suficiencia y prepotencia arrastra a los indecisos a votar por quienes ellos deciden.
Es posible que la fórmula de presentar y ganar con cualquier candidato averiado tenga vigencia en algunos feudos del interior del país, donde aún persisten ciertos manejos feudales. Pero ni aún allí tiene larga vida. Menos aún, cuando se trata de elecciones de proyección nacional.
Ciertos dirigentes colorados pretendieron restar mérito al fenómeno Prieto en el Este buscando las causas de la derrota en presuntas traiciones o en la falta de creatividad en la campaña del candidato oficialista.
Lo que estos políticos no quieren admitir es que, en estos tiempos, la gente casi siempre vota por quien quiere y que los arreos, la “fidelidad” partidaria, las presiones, las trampas y los sobornos en general terminan perdiendo ante un candidato que tenga un sólido respaldo por representar las expectativas de la mayoría.
En cuando al caso del senador Víctor Bogado, pese a ser evidente, desde el mismo momento de la condena judicial, que su permanencia en el Senado era insostenible, motivó inexplicables dudas en algunos senadores de la oposición.
Tras el chasco de Ciudad del Este, el oficialismo colorado se apresuró ayer a anunciar su postura a favor de la pérdida de investidura de Bogado. La decisión pretenderá ser presentada como una cuestión de principios cuando que, en realidad, es más que nada una cuestión de realismo político.
A esta altura de los acontecimientos, lo increíble no será que Bogado sea retirado ahora del escenario político sino el tiempo que permaneció.
En noviembre de 2013, es decir, hace seis años, la iniciativa del Senado de blindar al senador colorado, rechazando su desafuero, motivó una oleada de repudio ciudadano que inclusive se materializó en la prohibición de admitir la presencia en espacios de concurrencia pública de los senadores que se prestaron a la impunidad.
La airada reacción terminó provocando que el Senado volviera sobre sus pasos y aprobara el desafuero de Bogado.
A la actitud de la bancada de Colorado Añetete se habían adelantado otros sectores políticos, como Hagamos, Patria Querida y la bancada “B” del PLRA. Previsiblemente, se unirán a ellos en las próximas horas casi todos los partidos. Esa conducta responde a la necesidad de evitar un “revival” de aquella movilización ciudadana.
Queda claro que la mayoría de la clase política, especialmente la representada en los partidos tradicionales sigue minimizando el factor ciudadano y continúa especulando con la falta de reacción y de memoria de la gente.
Es un dato importante para quienes tienen la teoría de que no vale la pena protestar porque nada cambiará. En realidad, los antecedentes muestran que cada tanto es necesario abandonar el lugar de comodidad personal o grupal y hacer sentir la indignación y, cuando lo merece, el respaldo a las acciones de nuestros representantes.
mcaceres@abc.com.py