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En la pedagogía para el desarrollo cognitivo la mayoría de los educadores siguen explicando conocimientos producidos para que los aprendan los estudiantes y no enseñan para que aprendan a producir conocimientos. Hay algunos tímidos intentos de enseñar trabajando por proyectos e intentando desarrollar algunas competencias. Salvo algunas facultades que desde antiguo vienen exigiendo “prácticas” continuas, la mayoría de los profesores todavía siguen explicando y “dictando clases”.
Lo que viene sucediendo es que cuando los jóvenes bachilleres o los jóvenes universitarios noveles profesionales salen al mercado de trabajo buscando empleo, no encuentran ni trabajo ni empleo. Los empresarios dicen que los jóvenes llegan sin saber trabajar y muchos que podrían realizar algunas actividades laborales no vienen preparados para ser empleados. Si no sabemos la diferencia que hay entre trabajo y empleo, las expresiones de los empresarios pueden parecer excusas irresponsables, pero la verdad es que los educadores debemos atender porque la aparente sutileza encierra una profunda denuncia a la educación.
En el constante y progresivo cambio de nuevos trabajos y nuevos modos de trabajar, impuestos por las novedades científicas y tecnológicas, la mayoría de nuestras instituciones educativas no han tenido ni visión ni agilidad para adaptarse a las nuevas exigencias laborales. Se prepara a los jóvenes para un mundo que ya no existe y que menos aún volverá a existir. Son otros las actitudes, las motivaciones, los valores, conocimientos, competencias y destrezas que se necesitan para poder trabajar en las empresas actualizadas, las únicas que podrán enfrentar el futuro con esperanza.
Sucede también que todavía algunas actividades laborales no han sido invadidas por tecnologías, robótica o inteligencia artificial y, por tanto, no han desplazado a los trabajadores al desempleo y algunos encuentran con suerte puesto de trabajo remunerado, es decir, empleo. Pero se está dando el caso, aquí mismo en Paraguay, de que muchos jóvenes llegan a las puertas de las empresas con capacidad de trabajo pero sin capacidad para empleo, porque el empleo requiere sus propias competencias, que tienen características específicas no espontáneamente adquiribles, sino que requieren su proceso de educación, formación y capacitación.
El empleo requiere, además de las competencias para trabajar, las cálidas y maduras competencias para ser empleado. Los especialistas en psicología del empleado con algunas variantes suelen coincidir en destacar que el nivel de empleabilidad crece cuando el que busca empleo tiene motivación para buscar el aprendizaje permanente, cuando es capaz de autoconocimiento, que lo expresa identificando sus potencialidades y limitaciones, sus recursos y sus motivaciones; cuando manifiesta flexibilidad y capacidad de adaptación a los cambios, abierto siempre a posibles nuevos horizontes; necesita habilidades sociales, sabe respetar a los demás y sus opiniones, sabe escuchar y dialogar, es capaz de crear lazos de cooperación; también se espera del que postula empleo capacidad de autonomía e iniciativa; puede analizar el contexto e interpretarlo correctamente; planifica, organiza y gestiona adecuadamente el tiempo; y en una sociedad sumergida en el entorno virtual, sin duda se mueve hábilmente como persona digital, etc.
Son algunas de las características que posibilitan la empleabilidad, todas ellas suponen que el hombre y la mujer que buscan empleo han procesado una educación, formación y capacitación en un humanismo integral.
A la educación familiar y formal les compete esta responsabilidad. Siempre fue así, porque educar es capacitar a los niños, adolescentes y jóvenes para la vida y el trabajo y el empleo son consustanciales a la vida humana, pero actualmente cuando las ciencias y las tecnologías, con los recursos extraordinarios de la cibernética, la biología, la genética y la inteligencia artificial, nos han envuelto en una nueva galaxia, educar para el trabajo y el empleo se ha convertido en un desafío apremiante.
jmonterotirado@gmail.com