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La profunda crisis político-financiera del PLRA debe inquietar a quienes creen que el sistema democrático necesita partidos fuertes que, como manda la Constitución, expresen el pluralismo y concurran a la formación de las autoridades electivas, a la orientación de la política nacional, departamental o municipal y a la formación cívica de los ciudadanos. En sus actuales condiciones, el partido más antiguo del país está lejos de poder cumplir en verdad con esas funciones y de hacer de contrapeso a la ANR, tanto en el Congreso como en la Junta Municipal de Asunción, por ejemplo. Sus muy serias dificultades van más allá de que esté inficionado por el cartismo; en última instancia, tienen que ver con el escaso prestigio moral e intelectual de sus dirigentes nacionales, desconocidos para la enorme mayoría de los paraguayos.
La asociación política a la que pertenecieron Cecilio Báez, Manuel Gondra, Eligio Ayala y Eusebio Ayala, entre otras figuras, está hoy marcada por la mediocridad y la corruptela, que le impiden ser una real alternativa de Gobierno. Su penosa decadencia, acompañada por un notable desorden institucional, quedó reflejada en la última sesión del Directorio, en la que la mayoría opuesta al presidente Hugo Fleitas pasó a ocuparse de la organización, de la capacitación y de los asuntos jurídicos, entre los que se cuentan 160 demandas por cobro de dinero, promovidas por entidades bancarias y tenedores de bonos: el débito asciende a un total de al menos 30.000 millones de guaraníes, incluidos los 3.000 millones adeudados al Instituto de Previsión Social (IPS). Según el senador Líder Amarilla, están embargados todos los fondos provenientes del aporte y del subsidio estatales, lo que debería inquietar no solo a los liberales, sino también a los contribuyentes en general.
En efecto, se ha denunciado el empleo irregular de los fondos proveídos cada año para que el Instituto José P. Guggiari difunda, de acuerdo al Código Electoral, los programas, propuestas, principios y valores del partido, capacite a los simpatizantes y afiliados e investigue la realidad nacional. Dado el presunto antecedente, la exfiscala Basiliza Vázquez, nueva directora jurídica partidaria, propuso persistir en dicha práctica como si fuera un derecho adquirido y usar esos recursos para pagar lo adeudado al IPS, confiando en que el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) no habrá de objetarlo. El presidente del PLRA, Hugo Fleitas, se permitió recordar que el aporte estatal no puede emplearse para tal efecto, opinión compartida quizás por la Contraloría General de la República y por el Ministerio Público.
El 30 de noviembre del año pasado, este diario afirmó que “el PLRA dejó de ser alternativa de cambio para el Paraguay”; un año después, aún no ha vuelto a serlo, habiéndose acentuado la debacle, por culpa de la notoria ineptitud y deshonestidad de buena parte de su dirigencia, por así llamarla. Sería interesante saber cómo responderían los miembros del Directorio a la pregunta de por qué habría que votar por su partido en 2028: tal como se ven las cosas, sería inverosímil que respondan que sus candidatos merecerán la confianza popular por ser más honestos y capaces que los demás. Más aún, ¿querrían las organizaciones opositoras aliarse con un PLRA podrido, al borde de una nueva ruptura institucional que sería tal vez la última, antes de la triste extinción de hecho? Ya está agonizando, sin que se noten signos de mejoría, para regocijo de la ANR.
Un partido sin ideas, pero con ambiciones personales desbordadas, como lo es hoy el PLRA, no puede presentarse como una creíble alternativa de poder. Como la torta es chica y los comensales son muchos, las disputas feroces están a la orden del día, brindando a la ciudadanía un espectáculo grotesco. Más que nunca, la polca y el color ya no bastan para aunar a los liberales ni mucho menos para engrosar las filas: el PLRA necesita contar con una dirigencia proba, que sepa cuanto se debe hacer desde el Estado “por el bien del Paraguay”, como dice su polca. A todas luces, no la tiene y no parece que vaya a tenerla antes de que sea demasiado tarde. Sería deseable que nos equivoquemos, pero entretanto los indicios revelan que la mediocridad de sus “líderes” les impide comprender la urgencia de la deplorable situación. En un momento en que el país está inmerso en un mar de atropellos a la Constitución y a las leyes, no aparecen figuras como los de antaño que encabezaban actos de protesta o emitían pronunciamientos en contra de los autoritarios, quienes así están de parabienes.
¿Habrá liberales connotados que, afligidos por la suerte de su partido, se aboquen a la tarea de intentar salvarlo, pese a la comprensible resistencia de sus victimarios? Es de desear que así sea, en bien del Paraguay.