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En vísperas de un nuevo viaje al exterior, el presidente Santiago Peña tuvo que oír ayer en Caacupé el grito desesperado de un ciudadano que le dijo: “El pueblo llora sangre, presidente. No hay remedio en el hospital, están robando todo”. El nombre de este ciudadano es José Luis Fleitas, quien recibió la aprobación de otros feligreses que estaban en el lugar. “Tenés que salir a comprar de afuera y ahí se venden todos los remedios que salen del hospital”, agregó. En la misma ciudad y dos días antes, el sacerdote Blas Arévalos, administrador apostólico de la diócesis de Villarrica, lamentó en su homilía que los nosocomios estén “muy desprovistos para dar respuesta a los enfermos”.
Los generalizados reclamos de los pacientes y sus familiares son constantes, sin que el Gobierno dé muestras serias de que esté intentando subsanar una situación calamitosa. Es cierto que este estado de cosas viene arrastrándose desde hace largos años y que no empezó en agosto de 2023, pero no puede negarse que pasó más de un año sin que ni siquiera haya sido paliado, por lo que el aumento de la impaciencia ciudadana resulta comprensible, incluyendo, como era de esperar, la del “personal de blanco”. La indignación además subió de tono por los derroches y privilegios que se autoconceden las altas autoridades del Gobierno y sus allegados, entre ellos los conocidos “nepobabies”, todos los cuales “están mejor”, con salarios que superan considerablemente, por ejemplo, a los de las enfermeras e inclusive a los de los médicos de hospitales públicos. En estos días, por ejemplo, estos últimos reclamaron que reciben un salario mensual de 6 millones de guaraníes, el mismo monto que en un santiamén se autoadjudicaron como aumento a su ya jugoso salario los legisladores, lo que fue convalidado por Santiago Peña.
El Dr. Diego Gamarra, coordinador de Terapia Intensiva del Hospital General Pediátrico Acosta Ñu, afirmó que la salud pública sufre una crisis de disponibilidad de medicamentos e insumos, “que se está prolongando más allá de lo esperado” y que se requiere un “golpe de timón, porque de lo contrario las cosas pueden empeorar: la gente lo está pasando mal”. Si los enfermos y sus parientes deben echar mano a sus bolsillos u organizar “polladas” para comprar remedios, los médicos y las enfermeras se ven forzados a vender pan dulce para cubrir sus necesidades en el ejercicio profesional. El Dr. Jesús Irrazábal, jefe del servicio de Urgencias Pediátricas del Hospital Nacional de Itauguá, dijo por su parte que también allí faltan jeringas, guantes, antibióticos y calmantes. Contrastan estas denuncias con el discurso triunfalista que escuchamos a diario de parte de las autoridades del Gobierno, comenzando por Santiago Peña, cuando la realidad dice lo contrario.
Así como en materia de seguridad, las principales autoridades del ramo se jactan con frecuencia de que vivimos en un país cada vez más seguro, inclusive comparable a la reinante en los países nórdicos (Peña dixit), en materia de salud se observa la misma política de maquillar los reclamos populares de cada día. Allí está la propia ministra del ramo, Dra. María Teresa Barán, quien admitió que puede que “de repente existan algunos insumos o medicamentos que están faltando”, pero minimizó la situación diciendo que quizá los médicos receten fármacos que no figuran en el listado básico, que la ministerial Dirección de Insumos Estratégicos tiene un nuevo jefe y que se había proveído de remedios al Instituto de Previsión Social, al Hospital Militar, al de Policía y al de Clínicas. Pero los reclamos angustiosos de los pacientes y familiares no dicen que las faltas de medicamentos sean solo “de repente” nomás, sino que hablan de una cotidianeidad que crece. Y en este sentido, no se hable de las lacerantes necesidades que sufren los enfermos oncológicos, que a diario exponen sus angustiosos dramas que conmueven a la mayoría de la gente, menos a las autoridades, al parecer.
Ayer mismo, la Asociación de Pacientes con Cáncer y Familiares (Apacfa) difundió un video de una enferma que lleva sufriendo dicho mal desde hace cinco años, y que desde hace tres meses no se puede realizar un estudio por su alto costo. “Quiero vivir, tengo una hija que me necesita”, dijo la doliente mujer, quien, entre otras cosas, repudió que el presidente Santiago Peña haya convalidado el autoaumento de 6 millones de guaraníes de los parlamentarios. Siendo el cáncer una de las enfermedades más agresivas y dolorosas, es difícil imaginar el dolor que han de sentir los enfermos y sus familiares, más aún al observar cómo los sectores privilegiados cercanos al poder acrecientan su bienestar a la par que crece la angustia de los que verdaderamente necesitan.
“¡Basta de largas filas de espera, agendamientos interminables, equipamiento que no se usa por falta de insumos, de mantenimiento o de personal!”, había dicho Santiago Peña al asumir el Gobierno. Pues bien, le informamos, por si no ve y no quiere ver, que todos esos males continúan, y se les suman muchos otros, mientras no descansa el carnaval de despilfarro, de aumentos salariales, viajes frecuentes y otros derroches que se financian con lo que aporta de esa misma población que clama por una ayuda que se merece.