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Sin vergüenza, sin moral y sin ética alguna, unos 15 diputados decidieron ir de tour a los Estados Unidos, sin invitación oficial pero financiados por todos los contribuyentes paraguayos a los que cada día se los estruja más en tributos impositivos para cubrir los excesos del gobierno cartista de Santiago Peña. Cuando falta poco más o poco menos de un mes para que se vayan de vacaciones nuevamente por más de dos meses, un grupo de parlamentarios consideró una idea maravillosa rabonear en la Cámara Baja y arremeter con un tour a los Estados Unidos, tomando un paquete que incluyó visitar otras ciudades en otros estados, además de acceder a paseos culturales, históricos y excéntricos como un crucero en el famoso río Potomac, que fluye a lo largo de Washington DC, la capital de los Estados Unidos.
Sin una pizca de rubor, diputados hombres y mujeres se colgaron del presupuesto público, sostenido por todos los paraguayos –inclusive por aquellos que nunca han subido ni siquiera a una línea de ómnibus para recorrer las maltrechas calles de Asunción– para deleitarse con un viaje de ensueño. Pasaje ida y vuelta pagado por contribuyentes paraguayos. Hotelería pagada por contribuyentes. Tres comidas diarias pagadas por contribuyentes. Traslados y transportes pagados por contribuyentes. Crucero por el mítico Potomac pagado por contribuyentes. Que nadie se espante, pero es altamente probable que con nuestros impuestos se hayan pagado también las compras en conocidos centros comerciales que están en la capital estadounidense.
La mayoría viajera es cartista: Johana Vega, Rocío Abed, Rodrigo Gamarra, Virina Villanueva, Cristina Villalba, Édgar Olmedo, Liz Acosta, Orlando Arévalo, César Cerini, Francisco Petersen, Juan Añazco y Sebastián Remesowski, todos pertenecientes a Honor Colorado. Solamente Guillermo Rodríguez, de Yo Creo, Luis González Vaesken y Juan Maciel, ambos de Fuerza Republicana, desentonan en el nutrido grupo de viajeros a costillas del erario.
El concurrido viaje turístico pudo haber estado inspirado en el titular del Ejecutivo, y es que Santiago Peña debe ser, de lejos, el más viajero de los presidentes de la era democrática: su vasto recorrido abarca fácilmente al menos tres continentes y coincide también, cómodamente, con agendas deportivas, turísticas o de farándula. Un par de reuniones por aquí o por allá, a veces en foros o con empresarios que no pasan de sacarse una foto con el presidente de un país sudamericano, disfrazan los costos.
El despilfarro de la era cartista de Santiago Peña es un desangre económico e inmoral. Están llenando el Estado con contrataciones de familiares sin preparación, que ingresan sin concurso y violando la Ley de la Función Pública. Sin ruborizarse, desde el vicepresidente de la República, Pedro Alliana, para abajo, un sinnúmero de políticos han colgado a sus parientes de las tetas del erario. El descaro es tan descomunal que mientras se sienten graves carencias en escuelas y en centros de atención sanitaria pública, en seguridad, en apoyo a los productores frutihortícolas y campesinado en general, los diputados se han dado el lujo de pedir más todavía. No tienen suficiente con colgar a sus parientes y sus amantes del presupuesto público, con financiar sus viajes y sus viáticos, necesitan fagocitar más dinero: quieren más, ahora proyectan unos 5.000.000 de guaraníes en combustibles y 1.200.000 en seguro médico.
Es difícil predecir cuánto más puede resistir un pueblo humillado, saqueado y despojado para financiar el placer y la lujuria de su clase política. Si algún sensato quedara, debería avisarles a sus correligionarios que la historia nos enseña que el hartazgo de la gente NUNCA es inofensivo. Muchos pueblos se han rebelado ante abusos y privilegios de unos pocos en desmedro de muchos. Históricamente, el cansancio de los mansos ha fogoneado la llama de muchos cambios.