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El vicepresidente del Instituto de Profesionales Paraguayos del Sector Eléctrico, Ing. Guillermo Krauch, dijo que si se concreta la venta de energía al Brasil aumentarán las posibilidades de inversión privada en pequeñas centrales hidroeléctricas. Ya en mayo el Gobierno anunció la subasta de 100 MW de potencia de la usina de Acaray en el Ambiente de Contratación Libre (ACL) del mercado eléctrico brasileño. El volumen es prácticamente insignificante, pero la ANDE ni ha abierto aún los sobres con las ofertas, algo que se haría recién el 26 de este mes según las últimas comunicaciones, ni ha recibido los polémicos permisos a los que insólitamente se autosomete. En el mejor de los casos va a tardar cuatro meses para realizar un proceso que en Brasil dura, literalmente, una mañana. ¿Quién va a querer invertir en un sector dominado por un inoperante monopolio estatal, que para colmo es funcional a los intereses de otro país?
Paraguay es uno de los mayores, si no el mayor, productor per cápita de energía eléctrica renovable del mundo, pero en cuarenta años desde que comenzó a generar la primera turbina de Itaipú, y 30 años desde el inicio de operación de Yacyretá, el consumo eléctrico ocupa menos del 20% de la matriz energética nacional. La ANDE podrá poner muchas excusas, pero de ninguna manera puede eludir su responsabilidad, porque en todo este tiempo ha monopolizado férreamente el mercado doméstico, con las únicas y muy puntuales excepciones de los menonitas en parte del Chaco y Clyfsa en Guairá, ambos con mejores resultados de eficiencia, y no solo no ha conseguido expandir el servicio en una medida mínimamente aceptable, sino que ni siquiera con ese 20% puede evitar los cortes de luz por saturación ni garantizar una provisión estable y segura al aparato productivo.
Obviamente, los grandes beneficiarios han sido Brasil y Argentina, que en todas estas décadas se han apropiado de los excedentes paraguayos a precio vil y, en el caso brasileño, los han revendido en su propio mercado libre para quedarse con las diferencias que deberían corresponder al Paraguay por la explotación de su parte del potencial energético del río Paraná.
Ahora graciosamente el Brasil “permite” que Paraguay venda directamente en su mercado una pequeña pizca de su energía y ni eso la ANDE puede hacer. Al principio aseguraron que el acuerdo le facultaba a nuestro Gobierno a comercializar “de inmediato” los sobrantes en Itaipú, cosa de la que tuvieron que desdecirse rápidamente. Luego lanzaron la oferta de los 100 MW de Acaray, como “una prueba y un ejercicio” para cuando el país pueda disponer y colocar todos sus excedentes tras la revisión del Anexo C, pero después la ANDE salió a aclarar que todo estaba “ad referendum” de la autorización formal del Ministerio de Minas y Energía del Brasil, previo cumplimiento de una larga lista de requisitos.
En Brasil, una subasta de energía, o leilão, como le llaman, se hace electrónicamente, de manera sencilla y casi inmediata. A la mañana se abre el concurso de ofertas, a las 13:00 se cierra y a las 13:30 ya todos conocen los resultados. Ello es así porque la compraventa de bloques de energía es hace mucho tiempo una práctica corriente y habitual en el mundo y porque en Brasil hace casi tres décadas el mercado eléctrico está desmonopolizado, hoy con más de 150 operadores registrados.
Y esto no tiene nada que ver con la ideología, como algunos querrán afirmar. Baste señalar que el proceso lo inició el socialdemócrata Fernando Henrique Cardozo a principios de la década del 2000 y lo consolidó el mismo Lula da Silva, quien accedió a su primer mandato en enero de 2003 y cuya corriente política de izquierda ha gobernado el Brasil en 14 de los últimos 21 años.
La monopólica y anquilosada ANDE, en cambio, alarga inexplicablemente una mínima operación con una ristra insostenible de pretextos. Si no es capaz de subastar de manera rápida y eficiente 100 MW de Acaray, que representan menos del 3% de la disponibilidad nominal de energía sobrante que tiene Paraguay solamente en Itaipú, menos va a poder recobrar las rentas que día a día pierde el país por su propia incompetencia. Brasil, claro está, cuenta con ello.
Si esto era una “prueba y un ejercicio”, ya ha servido para algo: para ratificar fehacientemente, fuera de toda duda, que con la ANDE y con este modelo nunca el Paraguay va a poder desarrollar su sector eléctrico ni ponerlo como puntal de la prosperidad nacional.