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El sistema educativo paraguayo es toda una tragedia, atendiendo tanto los resultados de la enseñanza como las instalaciones en las que es impartida. Según el Programa Internacional para el Seguimiento de los Alumnos (PISA), siete de cada diez alumnos de quince años no comprenden lo que leen, mientras que el Observatorio Educativo Ciudadano de nuestro país informa que 4.219 escuelas y colegios públicos, de un total de 7.500, se hallan en tan mal estado que 2.455 aulas podrían derrumbarse en cualquier momento, 560 solo tienen una letrina y 157 carecen de agua potable, a lo que se suma que faltan 604.000 sillas y mesas pedagógicas, así como 8.083 ventiladores. Repetimos: una tragedia.
En efecto, estas son las miserables condiciones en las que ayer empezaron las clases, sin que el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) haya tomado medidas oportunas para al menos atenuarlas en buena medida, de modo que no sea inevitable enseñar en los pasillos o bajo los árboles: prefirió contratar consultorías que, a un costo de 7.100 millones de guaraníes, confirmen el mal estado de 316 escuelas, así como destinar este año 750 millones de guaraníes al alquiler de departamentos que harán de oficinas en un lujoso edificio. Como al ministro Luis Ramírez le faltaría dinero para enfrentar la problemática por tener otras llamativas prioridades, tuvo el descaro de pedir a la Asociación de Funcionarios del MEC un “apoyo económico”, es decir, una limosna para reparar dos centros educativos de la capital.
Menos mal que también contribuyen los padres de los alumnos, quienes, según la presidenta de la federación que los nuclea, Francisca Monges, financian con hamburgueseadas la compra de pupitres y el pago a limpiadoras, a celadores y a guardias de seguridad, entre otras cosas: “Ni para lo ínfimo tiene el MEC, ni para comprar un foco están y eso tenemos que reponer”, dijo. Por su parte, el titular del Sindicato Nacional de Directores, Miguel Marecos, afirmó que el año lectivo pudo iniciarse “gracias a papá, a mamá y a los docentes”, porque no llegaron los “fondos de gratuidad” para solventar, por ejemplo, la compra de jabones. Agregó que habría “muchas necesidades”, entre ellas la relativa a la seguridad. Al respecto informó que diecisiete centros educativos fueron saqueados en Asunción y en el departamento Central, causando una pérdida de más de 700 millones de guaraníes. Estas declaraciones fueron hechas en una escuela capitalina con problemas de infraestructura, cuyas sillas y mesas fueron arregladas por los padres y por los profesores, para que se pueda iniciar el año lectivo. No hace falta forzar la imaginación para concluir que en el interior del país la situación sería aún peor. Por ejemplo, en un barrio de Presidente Franco, se han improvisado aulas en una capilla, porque las de la escuela no fueron terminadas. ¡Qué falta hacen por allí los cuantiosos recursos que se destinan, por ejemplo, a los onerosos “nepobabies”, que disfrutan de buen pasar sin hacer nada importante!
Es indignante que se den clases y que se sirva el almuerzo escolar en semejante ambiente: no se trata solo de que alumnos y docentes carecen de la comodidad merecida, sino de que hasta arriesgan su integridad física, mientras se roba y se dilapida el dinero de todos, o se asignan prioridades a sectores de la burocracia tradicionalmente minados en el Presupuesto nacional. En enero, el Ministerio de Economía y Finanzas otorgó aumentos salariales de hasta cuatro millones de guaraníes a 771 funcionarios, sin concurso previo, y ahora se supo que la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios (DNIT) hizo lo propio con sus funcionarios, con incrementos de hasta 3.500.000 guaraníes. Para completar, se estudia la compra de aviones de combate por 121 millones de dólares en total, mientras escuelas y hospitales sufren de agudas carencias.
Es digno de aplauso que los padres y los docentes exijan que mejoren notablemente las condiciones necesarias para que los alumnos ejerzan con plenitud su derecho a aprender, siendo de esperar que terminen imponiéndose a los burócratas ineptos y desvergonzados que atentan contra el presente y el futuro de las generaciones jóvenes. Como a los que mandan les conviene que reine la ignorancia, porque ella les permite engañar a la gente, la lucha en pro de la educación debe ser emprendida desde abajo. El Paraguay no debe quedar marginado de la contemporánea sociedad del conocimiento. Más que nunca, el desarrollo socioeconómico está hoy ligado al saber, así que no se debe desfallecer en la tarea de difundirlo, desde los primeros años, venciendo el repudiable desinterés de las autoridades y la inercia favorable al estancamiento en provecho de los que mandan.